Darwinismo capilar en el circo de rarezas

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por BETSY GOLDEN KELLEM

Las damas barbudas se convirtieron en un ícono del circo y el espectáculo de rarezas, como lo demostró la película The Greatest Showman de manera pegadiza. No son infrecuentes, ni son clínicamente tan inusuales. Hubo mujeres notablemente peludas a lo largo de la historia, desde la antigüedad (Hipócrates mencionó a una de esas mujeres) hasta el entretenimiento moderno del espectáculo de fenómenos.

Pero, históricamente, hubo una gran diferencia en cómo se trataba a una mujer blanca con crecimiento excesivo de cabello y cómo se trataba a las mujeres de color, y esa diferencia influyó en discusiones públicas a veces polémicas sobre la construcción de raza y género. Annie Jones, una famosa mujer barbuda que apareció en Greatest Show on Earth de P. T. Barnum, fue anunciada como «una mujer de buen físico», que tenía «todos los logros de alguien del bello sexo». En contraste, la hirsuta mujer indígena mexicana Julia Pastrana a menudo era descrita como anodina y comercializada como una criatura híbrida o mucho peor; fue etiquetada como «mujer oso» y «mujer babuino» durante su carrera como actriz.

Uno de los casos más interesantes de definición pública de una mujer peluda es el de Krao, una mujer laosiana con hipertricosis que se exhibió públicamente desde finales del siglo XIX hasta principios del XX como el llamado “eslabón perdido” de la evolución darwinista. El rostro de Krao tenía abundante cabello, hasta las cejas, con una capa más delgada de cabello que cubría el resto de su cuerpo. De niña, aparecía en los grabados como una especie de proto-Mowgli, sorprendida en la jungla con brazaletes y taparrabos. Krao fue presentada de un nuevo modo gracias a la teoría de la evolución emergente: no como una criatura híbrida como Pastrana, sino como un eslabón perdido en la línea de tiempo evolutiva tal como se le adjudicaba a la teoría darwiniana.

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“El vello facial se asoció durante mucho tiempo con la masculinidad en las culturas occidentales”, señala la historiadora Kimberly Hamlin, “pero el vello facial en las mujeres no se consideró una enfermedad hasta la década de 1870, cuando los estadounidenses leyeron y asimilaron la obra de Darwin y cuando el nuevo campo de la dermatología se estaba estableciendo como una especialidad médica.”

La teoría darwiniana, tal como se propone en El origen de las especies, giraba en torno a la supervivencia de los rasgos más adecuados para un entorno determinado. Si se lo piensa, la falta de cabello tiene muy poco sentido para la humanidad dentro de este contexto: sin cabello, somos propensos a todo tipo de enfermedades, desde quemaduras solares hasta congelación. Entonces, cuando Darwin publicó The Descent of Man en 1871, la discusión necesitaba refinarse. Por lo tanto, atribuyó la calvicie humana, en relación con nuestra especie antepasada, a la selección sexual; para Darwin, llegamos a ser simios desnudos porque era fundamentalmente más atractivo.

“En un universo darwiniano”, escribe Hamlin, “la belleza desempeñaba un papel clave en la elección de pareja, lo que significaba que la fealdad tenía consecuencias intergeneracionales”.

Por lo tanto, la belleza no era simplemente una búsqueda frívola, era la forma en que una mujer controlaba el futuro de la especie humana. Los productos de depilación y los anuncios se dispararon a raíz de esta revelación darwiniana: la electrólisis se desarrolló a fines del siglo XIX y se unió a una variedad de depilatorios que podían incluir cualquier cosa, desde cal viva hasta arsénico (o, para el caso, ambos). La vellosidad de Krao era evidencia visual de su distancia del pico de la humanidad.

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La escritora Theodora Goss señala que la actuación de Krao no solo jugó con la moda entonces vigente de sumergirse en Darwin y la medicina, sino que también validó las ideas colonialistas: “Aunque los carteles publicitarios la mostraban como una salvaje vestida con taparrabos, en sus apariciones a menudo vestía como una niña victoriana de clase media, con los brazos y las piernas al descubierto para revelar su vellosidad. Los artículos periodísticos destacaron su perfecto dominio del inglés y sus buenos modales. Estos relatos implicaban una narrativa de la civilización. Aunque Krao había nacido como un animal salvaje, su tiempo en Inglaterra la había convertido en una niña inglesa adecuada”.

El momento y los medios de la entrada de Krao en exhibición pública siguen siendo inciertos y tienen el sabor de la leyenda de los cuentos de hadas. Algunas fuentes sugieren que fue «encontrada» cuando era niña en Laos, entonces parte del reino de Siam, por el promotor William Leonard Hunt (también conocido como el «Gran Farini», un artista y promotor que también recorrió las Cataratas del Niágara y promovió el hombre tatuado “Capitán” George Costentenus). Otros dan crédito al explorador Carl Bock por encontrarla. Algunos relatos sugieren que era representante de una raza de personas peludas nativas de las regiones boscosas donde había sido «descubierta», otros que el rey de Birmania la tenía en la corte real como una curiosidad. Todo esto, en cualquier combinación, generó una dramática historia de origen en los periódicos que promocionaban sus apariciones, pero lo que sí sabemos es que Farini adoptó a Krao y la exhibió en Inglaterra a principios de la década de 1880, luego de lo cual vino a los Estados Unidos.

El texto promocional explicaba que el argumento habitual que la gente esgrimía contra Darwin —que nunca se había descubierto ningún eslabón perdido entre los simios y el hombre— se descartaba fácilmente por la existencia de Krao, «un espécimen perfecto del paso entre el hombre y el mono». Se decía que tenía pies prensiles y la costumbre de meterse comida en las mejillas a la manera de un mono o una ardilla. Dicho esto, la propuesta del eslabón perdido fue cuestionada desde el principio; en palabras de Scientific American, al relatar su aparición en Inglaterra, “ella es, de hecho, una niña claramente humana, aparentemente de unos siete años”. Sin embargo, fue catalogada en la edad adulta como el «punto a mitad de camino en la evolución del hombre desde el mono».

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Krao actuó hasta la década de 1920 y murió de influenza en su casa de Brooklyn en 1926. En su obituario, los colegas del circo destacaron su piedad y habilidad con varios idiomas, llamándola la «pacificadora del espectáculo secundario». Todavía la identificaban como el «eslabón perdido».

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

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