por ANGELA GARCÍA y ELIZABETH WEIGLER – Universidad de California en Santa Barbara
Seguramente los viste en tu bar local: el hombre con barba, camisa a cuadros y gorro de lana; la mujer con una franela desabrochada sobre una camiseta, el cabello recogido en un moño despeinado. Están bien arreglados y probablemente tengan buenos trabajos, pero también parece que podrían sobrevivir en la naturaleza, construir su propia cabaña de troncos y buscar comida. Representan lo nuevo sexy.
En el mercado de parejas de por vida, la riqueza explícita solía ser una excelente manera de mostrar el atractivo: los hombres con trajes caros mostraban dinero en efectivo; las mujeres usaban diamantes y Gucci. Vivir en una casa grande, conducir un automóvil caro y hablar de vacaciones exóticas indicaba que serías un socio de calidad.
Las cosas, al menos para algunas personas, han cambiado.
Desde una perspectiva evolutiva, el objetivo más importante, realmente el único, para cualquier ser vivo, es reproducirse. Dado que, para los humanos, encontrar una pareja sexual es clave para este proceso, debemos anticipar una fuerte presión sobre las estrategias de selección de pareja. Específicamente, los evolucionistas predicen que deberíamos sentirnos atraídos por las señales «honestas» de la calidad de la pareja, propiedades que requieren mucho esfuerzo para mantenerse y, por lo tanto, no se pueden falsificar fácilmente. Las señales honestas pueden variar de una generación a la siguiente.
Hasta hace poco, las personas que destacaban por su consumismo indicaban de manera confiable un mejor acceso a la atención médica, la alimentación y la educación, así como una mayor capacidad general para mantener a la futura descendencia. Pero hoy se ha convertido en norma vivir de préstamos y créditos. La demostración externa de riqueza de alguien, especialmente una sola compra, puede que ya no sea una señal honesta de su valor como pareja potencial. En cambio, puede indicar una deuda o la voluntad de gastar cantidades desproporcionadas de dinero en cosas superficiales.
Las exhibiciones exageradas de riqueza han perdido su autenticidad como señales de un compañero de buena calidad. Así que las estrategias de apareamiento cambiaron en consecuencia.
La filosofía de vida simple puede verse como una recalibración de la señalización de calidad en el campo de las citas. En el mundo de hoy, solo ciertos grupos privilegiados pueden darse el lujo de vivir “simplemente”, como lo definen las nociones populares del movimiento. Se necesita dinero y redes para vivir bien en una casa pequeña, comer productos orgánicos, usar productos ecológicos y seguir prácticas sostenibles. Vivir una vida sencilla podría ser una mejor señal de riqueza y valores verdaderos y significativos que exhibir llamativas joyas de oro y zapatos nuevos y relucientes.
Los biólogos evolutivos han demostrado que el cambio en las señales honestas juega un papel fundamental en los sistemas de apareamiento de muchas especies, desde aves con plumaje colorido hasta ciervos con grandes astas. Los humanos no son una excepción. La teoría evolutiva no solo se aplica a los procesos genéticos a largo plazo; también se puede utilizar para comprender los cambios culturales contemporáneos.
El concepto de vida sencilla que ahora prospera en Occidente puede verse como una expresión culturalmente específica de las cualidades y valores que hacen a una pareja «apta». Los ágiles granjeros orgánicos vestidos con ropa recuperada, viviendo en casas diminutas, han reconsiderado los rasgos que desean mostrar para atraer parejas potenciales. La tela escocesa básica ahora es sexy.
Fuente: Sapiens/ Traducción: Alina Klingsmen