La destrucción deliberada del patrimonio cultural palestino

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por SALAH AL-HOUDALIEH – Universidad Al-Quds

Durante los primeros seis meses de la actual guerra en Gaza, el ejército israelí destruyó alrededor del 60 por ciento de los sitios y monumentos del patrimonio cultural de la Franja de Gaza. Este patrimonio incluye el asentamiento de la Edad del Bronce de Tell el-‘Ajjul, el monasterio de San Hilarión fundado hace casi 1700 años y el Palacio de Pasha construido en el siglo XIII y utilizado recientemente como museo arqueológico. Según muchas organizaciones palestinas y de derechos civiles, esta destrucción es deliberada.

Soy un arqueólogo que vive en Cisjordania y ha escrito sobre la destrucción del patrimonio cultural y el saqueo de antigüedades. Me desempeño como secretario general del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios-Palestina y de la Sociedad de Arqueología Palestina. A lo largo de treinta y cuatro años, he llevado a cabo varios proyectos de investigación y entrevisté a cientos de palestinos involucrados en el saqueo, el comercio y el tráfico ilegal de objetos antiguos.

Sin embargo, las pérdidas que se están produciendo ahora en Palestina no tienen precedentes en escala y velocidad.

Los acuerdos internacionales consagran la protección del patrimonio cultural y reconocen su destrucción como crimen de guerra. Pero las agencias responsables de velar por estos acuerdos han estado notoria e imperdonablemente ausentes del conflicto actual.

Sin duda, proteger los monumentos históricos y los sitios arqueológicos es un desafío en medio de una guerra, y los esfuerzos humanitarios deben priorizar salvar vidas. Sin embargo, la Unesco y otras organizaciones patrimoniales cuentan con herramientas y tácticas para impedir la destrucción de bienes culturales en zonas de conflicto.

¿Por qué, entonces, estas organizaciones descuidan la protección del patrimonio cultural en Palestina?

Proteger el patrimonio de la humanidad

Los conflictos políticos y las guerras asolan las sociedades. Si bien la mayor parte de la atención se centra en las vidas humanas perdidas (y con razón), la destrucción de bienes culturales también es desastrosa.

El patrimonio cultural incluye sitios arqueológicos, monumentos históricos, artefactos, archivos y museos, todos los cuales tienen valor en los ámbitos de la historia, la ciencia, la estética, la religión y la arquitectura. Estos elementos sirven como símbolos de identidad colectiva y vínculos tangibles con pueblos del pasado. Ya sea un sitio arqueológico, una obra literaria, una pintura, cada bien cultural transmite una narrativa de ingenio y adaptabilidad humana.

Los organismos internacionales trabajan para proteger los bienes culturales a través de numerosas convenciones y protocolos. En 2017, por ejemplo, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 2347, que condena la destrucción ilegal, el saqueo y el contrabando de patrimonio cultural por parte de grupos terroristas.

Tales esfuerzos comenzaron hace más de un siglo e incluyen la Declaración de Bruselas de 1874 firmada por quince naciones europeas, la Convención de La Haya de 1954 para la Protección de los Bienes Culturales en caso de Conflicto Armado y la Recomendación de la Unesco sobre los principios internacionales aplicables a las excavaciones arqueológicas adoptada en 1956.

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La primera condena penal por destrucción intencionada de patrimonio cultural se produjo en 2004, cuando el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia condenó al comandante naval yugoslavo, Miodrag Jokić, a siete años de prisión. Además de sus cargos por asesinato y otros delitos, Jokić fue declarado culpable de ordenar disparos de mortero contra la histórica ciudad de Dubrovnik.

En otra sentencia, de 2016, la Corte Penal Internacional impuso una pena de nueve años de prisión a un yihadista maliense, Ahmad Al-Faqi Al-Mahdi, que demolió diez monumentos religiosos en Tombuctú. Esta sentencia fue la primera en reconocer la destrucción del patrimonio cultural como un crimen de guerra.

Pérdidas en Palestina

Según la Resolución 242, aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1967, los territorios palestinos, que incluyen Cisjordania, Jerusalén Oriental y la Franja de Gaza, están bajo ocupación. Como potencia ocupante, Israel debe tomar las medidas necesarias para salvaguardar y proteger el patrimonio cultural y natural de los territorios palestinos.

Durante su asalto a Gaza de 2023-2024, Israel ha sido acusado de manera creíble de hacer lo contrario: destruir sistemáticamente el patrimonio cultural de Gaza como parte de su genocidio más amplio de los palestinos en Gaza.

Hasta febrero, las fuerzas israelíes han destruido al menos doscientos sitios arqueológicos y edificios de importancia cultural e histórica en la Franja de Gaza, según un informe del Ministerio de Cultura palestino.

La Gran Mezquita Omari del siglo VII en la ciudad de Gaza, con su imponente minarete y columnas de mármol, ha resultado gravemente dañada. Se pensaba que la iglesia de San Porfirio, de 1600 años de antigüedad, era la tercera iglesia más antigua del mundo. Un ataque aéreo israelí derribó parte del complejo, matando al menos a diecisiete personas en su interior. El ejército israelí bombardeó y arrasó parte del sitio arqueológico de Blakhiyya, que sirvió como puerto de Gaza desde el año 800 a.C. hasta el año 1100 d.C. Los objetos arqueológicos de este sitio se encontraban entre unos 4000 artefactos en un almacén que fue confiscado por soldados israelíes.

Al mismo tiempo, en Cisjordania, palestinos desesperados han reiniciado excavaciones ilegales en sitios arqueológicos, con la esperanza de descubrir objetos para vender en el mercado negro de antigüedades. El uso descarado de excavadoras por parte de algunos saqueadores ha causado una destrucción significativa en lugares de todo el territorio. Al inspeccionar los daños con el director de la Dirección de Policía de Turismo y Antigüedades, fui testigo del uso de topadoras en los sitios de Tell Qila, Khirbet al-Karmil, Khirbet Arnaba, Beit Nasib, Khirbet Humsa, Khirbet Tarmah y más.

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El saqueo agota el patrimonio cultural de Palestina. Los objetos preciosos son robados de sus contextos sin documentación, transportados en secreto a través de fronteras y vendidos a coleccionistas. Con cada objeto que desaparece en el sombrío mercado ilícito de antigüedades, se pierde irremediablemente una parte de la historia.

Protecciones descuidadas

Es difícil en el mejor de los casos, pero proteger el patrimonio cultural puede parecer imposible durante los conflictos, caracterizados por gobiernos quebrantados y condiciones que ponen en peligro la vida. Los tratados y convenciones bien intencionados rara vez resuenan entre quienes inician guerras.

Pero incluso en zonas de guerra, organizaciones internacionales como la Unesco pueden tomar medidas que disuadan a posibles infractores. Pueden emitir declaraciones de condena y enviar mensajes decisivos e imparciales a través de canales diplomáticos a las partes en conflicto. También pueden colaborar con grupos e investigadores locales para recopilar testimonios, fotografías, imágenes satelitales y otras pruebas que documenten ataques a sitios culturales. Esta evidencia puede usarse para responsabilizar a los perpetradores ante la Corte Penal Internacional.

En la guerra actual, la Unesco concedió al monasterio de San Hilarión en la Franja de Gaza un estatus provisional de protección mejorada, lo que refuerza los posibles castigos por sus daños. La organización dice que está utilizando datos satelitales para monitorear el monasterio.

Aparte de estos escasos pasos, las organizaciones internacionales hicieron muy poco para salvar el patrimonio palestino durante la guerra actual.

Blue Shield International, el Consejo Internacional de Museos, el Consejo Internacional de Archivos, Future for Religion Heritage, hasta donde yo sé, estas destacadas organizaciones patrimoniales han permanecido en silencio y sin involucrarse. El Congreso Mundial de Arqueólogos y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) emitieron mansas declaraciones que casi parecen apoyar el asalto.

La Unesco llamó a “todos los actores a respetar escrupulosamente el derecho internacional” y el ICOMOS también recordó a “todas las partes involucradas en el conflicto” que la región contiene sitios preciosos y sagrados. Como señaló el arqueólogo palestino Mahmoud Hawari, estas declaraciones pasivas no mencionan que los bombardeos indiscriminados de Israel están causando la mayor parte de la destrucción. Las palabras de la Unesco también contrastan marcadamente con una declaración que la organización emitió después de que los ataques aéreos rusos dañaran varios sitios culturales en Odesa, Ucrania, en 2023: “La Unesco está profundamente consternada y condena en los términos más enérgicos el descarado ataque llevado a cabo por las fuerzas rusas”.

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¿Dónde está la enérgica condena de la Unesco a los ataques israelíes que han destruido más de doscientos sitios y monumentos culturales en la Franja de Gaza? ¿Y dónde están los pedidos de más recursos para detener el aumento del saqueo y la venta de antigüedades robadas?

Destrucción y doble vara

Una carta abierta firmada en octubre de 2023 por más de cuatroscientas personas que se identificaron colectivamente como “académicos de la antigüedad” afirma: “Israel está invadido por la guerra y ahora se está defendiendo. Nosotros, los firmantes, apoyamos a Israel”. Aparentemente, estos “académicos de la antigüedad” parecen creer que se debería permitir a Israel diezmar la antigüedad como parte de su genocidio en la Franja de Gaza.

Estas personas y otras han atribuido el conflicto actual enteramente al ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023. Este marco no reconoce décadas de historia y violencia previa. La aniquilación de los bienes culturales de Palestina no comenzó con el ataque de Israel a Gaza después del 7 de octubre. Los crímenes se remontan a generaciones atrás.

Por ejemplo, en 1948, cuando se estableció el Estado de Israel, los grupos sionistas destruyeron total o parcialmente 418 aldeas palestinas históricas. A lo largo de las décadas, las causas de la destrucción del patrimonio cultural han variado y abarcan factores económicos, ideológicos y políticos, entre otras influencias.

En medio de la guerra actual, la Unesco y otras organizaciones supuestamente preocupadas por proteger el patrimonio cultural no han hecho casi nada efectivo para impedir la destrucción actual en la Franja de Gaza y Cisjordania. No han cumplido con sus obligaciones.

En los conflictos de Malí y la ex Yugoslavia, las organizaciones internacionales procesaron a los responsables de la destrucción de bienes culturales. Sin embargo, no se han aplicado medidas de este tipo durante las guerras árabe-israelíes. Otros y yo debemos concluir que la comunidad internacional está empleando un doble rasero.

Junto con otros arqueólogos en Palestina, espero con desánimo que estas organizaciones actúen. Les instamos a utilizar las herramientas a su disposición para salvar lo que queda de los bienes culturales de Palestina, una parte indivisible del patrimonio de la humanidad.

Fuente: Sapiens/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

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