Porches

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por HORACIO SHAWN-PÉREZ – horacio@antropourbana.com

Crecí en un suburbio de Buenos Aires donde en verano todavía se salía a la vereda con reposeras o se usaban los escalones de las puertas para tomar aire o charlar con los vecinos. Todo eso todavía está ahí, las veredas y los escalones, pero ahora las casas tienen más rejas y los vecinos solo se asoman a la calle para recibir paquetes de repartidores en motos. Cuando mi madre quiere hablar con la vecina de al lado usa WhatsApp. Están pared contra pared, pero se comunican como yo me comunicaba con el hijo de la vecina cuando teníamos siete u ocho años: dos latas unidas por un hilo. No funcionaba tan bien como el WhatsApp, debo decirlo, pero tenía un costado artesanal que los teléfonos celulares más eficientes no poseen.

Hace veinte años que vivo en una pequeña ciudad costera del sur de Estados Unidos. Y por acá la gente de mi edad se lamenta por una cosa parecida: la desaparición de la vida pública de los frentes de las casas. Es una ciudad con porches enormes, abiertos, que tienen sillones, mesitas, hamacas, plantas y ventiladores de techo. Pocas veces se los usa. Yo mismo pocas veces lo uso.

A veces mi hija adolescente se sienta en un sillón a hacer quién sabe qué con el teléfono. Le digo que así solía hacerlo yo en la casa de la abuela. Ella dice que cuando yo tenía su edad no había teléfonos celulares. Está bien. También dice que en la casa de la abuela no hay porches. Le digo que está bien. Pero agrego que otros espacios ocupaban la misma función. Como las esquinas o los paredones o los descampados. Al menos, por entonces, para chicos y adolescentes. Mi hija dice que juntarse en una esquina o un paredón o un descampado es cosa de gánsteres callejeros de ciudades grandes. Lo dice en broma, pero la broma tiene algo de serio. Sé que no está sola con esas opiniones. Luego dejo el tema. Que quiera salir a tomar aire al porche es todo un logro. No puedo adjudicármelo, pero lo haré de todos modos.

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Por acá la gente dice que lo que mató a los porches fueron los aires acondicionados. Que los porches servían para refrescarse en los veranos y, de paso, para conversar con los vecinos que también trataban de refrescarse en los veranos. Eran una plataforma de conexión social. Le pregunto a mi hija si no quiere juntarse con alguien, o hacer algo con alguien, ahora que es verano y los días son cálidos. Sigue sentada en el porche. Levanta el teléfono. Quiere decir que está haciendo algo con alguien.

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