Ideología de género

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Ilustraciones: Carolina Arriada para AntropoUrbana.

por GABRIEL GRAÇA – Universidad de Brasilia

La ideología de género surgió como una expresión diseñada para descalificar la validez del fenómeno de la identidad de género, sugiriendo que en realidad se trata de una idea político-ideológica, y no el resultado de experiencias subjetivas que se conectan con roles biopsicosociales asociados a la procreación y el mantenimiento de la vida.

Según un estudio realizado por Giancarlo Spizzirri, de la Facultad de Medicina de la USP, en 2021, la prevalencia de personas que se declararon transgénero o no binarias entre 6.000 habitantes de 129 municipios brasileños fue del 2%. Por lo tanto, no es posible afirmar que el sexo biológico determina la identidad de género, sin embargo, tampoco es posible afirmar que sean fenómenos disociados.

¿Pero dónde estarían los puntos de intersección? ¿En el simple hecho de que quienes nacen con genitales masculinos o femeninos sean criados como niños o niñas? John Money, profesor de John’s Hopkins, propuso que el género era algo aprendido y no innato. Su trabajo tuvo un gran peso, lo que llevó a que innumerables niños intersexuales fueran designados quirúrgicamente como niñas y criados como tales.

Sin embargo, los estudios de seguimiento mostraron que aproximadamente la mitad de estas personas desarrollaron disforia de género, a pesar de sus mejores esfuerzos por saber que se suponía que eran niñas.

Lamentablemente, el sufrimiento de estas personas fue elocuente al demostrar que la creación y aprendizaje de roles de género, como propuso Money, no les hizo percibirse ni sentirse niñas.

La solidez de estos resultados ha llevado a numerosos investigadores a considerar aspectos innatos en el desarrollo de la identidad de género. Según esta perspectiva, el dismorfismo sexual cerebral, fenómeno biológico que ocurre durante el embarazo y previo al desarrollo de los genitales, ejercería una fuerte influencia favoreciendo la predisposición a identificarse con uno de los géneros.

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Curiosamente, existen fuertes reacciones a la hipótesis de que los vectores biológicos son la causa de los roles de género. De alguna manera, la velocidad de los cambios tecnológicos y culturales que han ocurrido en las últimas décadas, y una cierta idea de que las diferencias en los roles de género son las causas del poder masculino coercitivo, han llevado a una militancia social a favor de difuminar las diferencias entre hombres y mujeres. Los más radicales defienden incluso una idea ausente de género, es decir, que los géneros no existen.

Tiempo geológico x tiempo histórico-cultural

Qué hacer con los aspectos filogenéticos, con el hecho de que somos mamíferos y sexuales, parece una cuestión muy pertinente. ¿No determinaría esta ascendencia vital los roles de género? ¿No estarían al servicio de la procreación y mantenimiento de la especie?

Uno de los puntos críticos de estos debates parece ser la abismal diferencia entre el tiempo geológico necesario para el cambio de especie y el tiempo histórico-cultural.

Ilustración: Carolina Arriada para AntropoUrbana.

Lo cierto es que este Homo sapiens que somos es el mismo desde hace aproximadamente 50.000 años. No hay diferencias entre nosotros y nuestros antepasados ​​que vivían en cuevas, cazaban y recolectaban para sobrevivir. La superioridad en la fuerza física, hoy innecesaria, permitió al hombre primitivo establecer su poder de dominación del territorio y de perpetuar su carga genética a través de las ventajas que esta característica confiere en la selección sexual. Así, curiosamente, a pesar de ser técnicamente innecesarios, los pectorales y bíceps grandes siguen ejerciendo atracción erótica en la mayoría de personas andrófilas.

El enorme desajuste entre la velocidad del cambio en los tiempos geológicos e histórico-culturales y todos los comportamientos determinados filogenéticamente son hechos demasiado densos para pasar desapercibidos en las discusiones y debates en curso.

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Parece irónico que en este momento histórico único de tantos desacuerdos entre hombres y mujeres, haya quienes pretendan hacer del transgenerismo un movimiento cultural que pueda distorsionar las diferencias de género. Parece una insistencia en no reconocer a la persona transgénero como la encarnación misma de la existencia del género y su fuerza transformadora.

¿Quién es la mujer transgénero que, en la contracultura, afirma con todas sus fuerzas que es mujer y lucha por el derecho a ser reconocida como tal, incluso por el movimiento feminista? ¿Quién es el hombre transgénero que afirma que no es una mujer homosexual, a pesar de todo y de todos, sino un hombre?

¿Qué lecciones sobre género transmiten estas personas en sus historias personales? ¿Y qué modelos de ejercicio de la masculinidad y la feminidad tienen que presentar estas personas?

Quizás la primera es que la función de la existencia de los roles de género no es sólo procreadora y que el ejercicio de la sexualidad puede subvertir y trascender la lógica de la dimensión biológica del ser. ¿Roles performativos, como defensores de la teoría queer? ¿Y si la sexualidad fuera mucho más que eso?

No hay duda de que existe una estrecha conexión entre género y vida, y que es en el transcurso de la vida que cada ser humano desarrolla su identidad de género. Pero ¿qué dinámica, qué ritmo determina el desarrollo de esta identidad? ¿Qué fuerzas de autoconservación empujan el dinamismo de la personalidad hacia la identificación con uno u otro género?

No ignoro a aquellos que se presentan como no binarios. Sé que existen y ciertamente tienen mucho que decir, así como hay verdaderos hermafroditas que tienen cromosomas masculinos y femeninos y órganos sexuales en sus organismos. ¿Qué verdad humana encarnan vuestros seres? ¿Qué experiencias subjetivas tienen para comunicar?

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Es posible que hayamos llegado al increíble punto de inflexión en el que las preguntas son más relevantes que las respuestas y los seres humanos necesitan renunciar a certezas que sirven más como elusividad que como posibilidades de expansión de la conciencia.

Después de todo, antes del género está la persona humana. Y ante la persona humana está la vida, que busca protección y expansión. En este misterio, en el que innegablemente todos estamos sumergidos, hay al menos una certeza: nuestras formas de expresión en el mundo (ya sean masculinas, femeninas o no binarias) deben actuar a favor de la vida. La nuestra y la de los demás.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Alina Klingsmen

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