Acerca de la inteligencia neandertal

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Ilustración: Carolina Arriada para Antropología Urbana.

por TIM VERNIMMEN

Los neandertales son el pariente más cercano conocido del Homo sapiens, y hoy sabemos que nos codeamos con ellos durante miles de años, hasta el final de su largo reinado hace unos 40.000 años. La mayoría de los investigadores no ven motivos para creer que nuestras dos especies no se llevaran bien por aquel entonces, pero no hemos sido muy amables con los neandertales desde que se desenterraron sus restos en el siglo XIX, y a menudo los hemos calificado de torpes e imbéciles o cosas peores. Incluso hoy en día, su nombre se usa a veces para referirse a miembros de nuestra especie que se portan mal, aunque no hay pruebas de que practicaran ningún tipo de gamberrismo prehistórico.

Bueno, quizá con una excepción: lo que hicieron en la cueva de Bruniquel, en el suroeste de Francia, estaría mal visto hoy en día. Allí se encontraron cientos de estalagmitas rotas intencionalmente, dispuestas en dos grandes estructuras elipsoidales y varias pilas más pequeñas, durante una época en la que —como confirmaron los investigadores en 2016— solo los neandertales vagaban por Europa. Nadie sabe para qué servían estas estructuras, pero sugieren una tendencia a la creatividad y quizá incluso al simbolismo.

Hasta ahora no se ha descubierto ninguna otra estructura de este tipo. Pero ha habido muchos otros indicios de que las mentes neandertales se ocupaban de cosas que muchos investigadores no esperaban, afirma la arqueóloga April Nowell, de la Universidad de Victoria, Canadá. Autora de un libro publicado en 2021, Growing Up in the Ice Age (Creciendo en la Edad de Hielo), Nowell expone los nuevos descubrimientos más interesantes en un artículo publicado en 2023, “Repensando a los neandertales”, en el Annual Review of Anthropology.

“En los últimos 10 años, las cosas han cambiado radicalmente”, afirma. “Nunca pensé que tendríamos la amplia gama de información sobre sus vidas que tenemos ahora”. Además de muchos nuevos descubrimientos fósiles, los nuevos métodos de análisis de moléculas biológicas antiguas han permitido a los investigadores examinar proteínas y ADN antiguo que ni siquiera sabían que aún persistían.

Lo más sorprendente es que los investigadores han descifrado el genoma completo de varios individuos neandertales, lo que ofrece nuevas perspectivas sobre su biología y la nuestra: ya no hay duda de que los seres humanos y los neandertales se cruzaron. “Los neandertales son en parte nuestros antepasados, aunque no hayamos evolucionado a partir de ellos”, afirma el paleoantropólogo Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres.

Además, los numerosos artefactos recién desenterrados o analizados, algunos de los cuales se atribuyen ahora con seguridad a los neandertales gracias a la mejora de los métodos de datación de los hallazgos arqueológicos, constituyen toda una colección. “Si me hubieran preguntado hace 20 años, habría dicho que había una gran diferencia en el comportamiento, y que los neandertales carecían de muchos de los comportamientos complejos que encontramos en el Homo sapiens”, afirma Stringer. “Ahora esa brecha se ha reducido considerablemente”.

Esto es lo que hemos averiguado a partir de lo que dejaron nuestros parientes cercanos cuando vagaban por la Tierra entre hace 400.000 y 40.000 años, a lo largo de la mayor parte de Eurasia.

Arte y artesanía

Algunos de los artefactos neandertales descubiertos eran de naturaleza muy práctica. Trozos de fibra de madera retorcida unidos a una lasca de piedra modificada hallada en Francia en 2017 sugieren que al menos algunos neandertales sabían fabricar cuerdas, por ejemplo, lo que podría haber abierto la puerta a la fabricación de otros objetos como ropa, bolsas, redes y tapetes. También hay pruebas de que los neandertales calentaban corteza de abedul para fabricar adhesivos, una hazaña nada desdeñable. “Unos cuantos investigadores han intentado recientemente hacer lo mismo en circunstancias similares”, dice Nowell, “y es mucho más difícil de lo que la mayoría de la gente pensaba”.

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Más allá de las tareas cotidianas, a los neandertales les gustaba adornarse. Ahora sabemos que ya utilizaban pigmentos de colores como el ocre rojo entre hace 200.000 y 250.000 años, quizá no solo en objetos, sino también en sus propios cuerpos, y es posible que a veces importaran la sustancia desde decenas de kilómetros de distancia. Las excavaciones también han revelado conchas perforadas y a veces pintadas que probablemente se ensartaban y llevaban puestas. Un neandertal creativo de Croacia hizo un collar u otro adorno con garras de águila de cola blanca, y en otros lugares, las marcas de herramientas encontradas en huesos de aves sugieren que las plumas también eran populares.

¿Y el famoso arte rupestre hallado en muchos yacimientos de Europa y otros lugares? Hasta hace poco, se pensaba que ninguno de ellos era neandertal. Pero en 2018, un estudio publicado en Science demostró que las líneas y puntos pintados en las paredes de varias cuevas de España debieron ser obra de neandertales, ya que se dataron en un periodo en el que aún no había Homo sapiens. También hay pruebas de grabados: “hashtags” tallados en la pared de una cueva de Gibraltar, así como en una pequeña piedra, una lasca de sílex y el hueso del dedo gordo de un ciervo.

Aún no hay indicios de que los neandertales crearan representaciones reconocibles de, por ejemplo, animales o personas, afirma Nowell. Eso puede haber sido una innovación del Homo sapiens. “Hay muchos de estos pequeños ejemplos aislados de cosas interesantes que hacían los neandertales, este tipo de impulsos de comportamiento simbólico. Pero no parecen durar mucho tiempo ni conducir a algo más, como sí ocurre en las poblaciones de Homo sapiens”, explica.

Crecer como humanos

Una explicación de las diferencias en la expresión artística podría ser que los neandertales simplemente pensaban de forma diferente. Quizá un miembro de nuestra especie que preguntara con entusiasmo a un neandertal por qué dibujaba o tallaba lo que hacía no habría recibido más que un encogimiento de hombros. Por supuesto, es muy difícil reconstruir las diferencias que pudo haber en la estructura del cerebro o en la cognición, pero Nowell está intrigada por una serie de estudios recientes en los que se manipularon células cerebrales humanas para que contuvieran versiones neandertales de algunos genes clave del desarrollo cerebral.

Cuando se cultivaron en placas en el laboratorio, los grupos de células modificadas para tener una de estas variantes del gen neandertal se convirtieron en diminutas estructuras cerebrales que tenían una forma más parecida a la de las palomitas de maíz que las células cerebrales del Homo sapiens, mientras que las que tenían genes sapiens eran más esféricas. En otro estudio sobre un gen diferente del desarrollo cerebral, los minicerebros sapiens formaron más neuronas en el mismo periodo de tiempo que los minicerebros que contenían la versión neandertal.

Ilustración: Carolina Arriada para Antropología Urbana.

Estos hallazgos sugieren sin duda que las diferencias genéticas entre nuestras especies afectan a la estructura de nuestros cerebros. Aun así, es difícil saber qué significan esas diferencias, afirma Stringer, o incluso si esas variantes genéticas son realmente neandertales. El estudio de una muestra de Homo sapiens más diversa genéticamente en la actualidad podría revelar más variaciones en nuestra propia especie y, posiblemente, un mayor solapamiento con los neandertales, afirma.

“Creo que había diferencias cognitivas entre los neandertales y los Homo sapiens”, afirma Nowell. Pero, añade, las diferencias demográficas también pueden haber creado más obstáculos para el florecimiento de la cultura neandertal. Los neandertales eran muy escasos: su población mundial no superó los 100.000 individuos en ningún momento. Tal vez las ideas no se difundieron porque los neandertales estaban demasiado aislados, dice Nowell, y luego desaparecieron cuando los grupos locales se extinguieron. Los Homo sapiens alcanzaron densidades mucho mayores y habrían tenido redes sociales mucho más amplias.

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Nuevas pruebas indican que los niños Homo sapiens probablemente también tuvieron una infancia más larga. “Creemos que las niñas neandertales probablemente alcanzaron antes la madurez sexual”, afirma Nowell: los estudios de fósiles de niños neandertales, que se encuentran con relativa frecuencia, sugieren que los recién nacidos tenían cerebros más grandes que los recién nacidos sapiens y que crecían más deprisa.

“Una infancia más larga permite a los niños más tiempo para aprender y experimentar con relativa seguridad”, afirma Nowell, lo que da ventaja a los niños sapiens.

También señala que aprender no solo significa crear nuevas neuronas y conexiones: también implica podar las conexiones que no resultan útiles. Por tanto, si los cerebros de los jóvenes sapiens producían más neuronas que los de los neandertales, como sugieren los experimentos, y si nuestra infancia también duró más tiempo, “esto podría haber favorecido un aprendizaje más amplio”, afirma, con más espacio para el ensayo y error y para hacer y deshacer conexiones.

Endogamia y encuentros entre especies

Nuevos estudios han proporcionado recientemente algunas instantáneas intrigantes de la vida familiar de los neandertales. Un análisis del ADN de los restos de 11 individuos hallados en la cueva de Chagyrskaya, en Siberia, reveló que algunos estaban estrechamente emparentados y probablemente vivieron en la misma época, afirma el paleoantropólogo Bence Viola, de la Universidad de Toronto, que participó en la excavación. “Hemos encontrado una pareja de padre e hija, y algunos individuos que descendían de la misma madre o quizá eran madre, hija y nieta”.

Las similitudes genéticas eran muy elevadas entre todos los individuos estudiados, lo que indica que probablemente se trataba de una población muy aislada. “Los hombres estaban incluso más emparentados que las mujeres”, añade Viola, “lo que sugiere que probablemente era más común que las mujeres se unieran a un nuevo grupo para encontrar pareja”. Probablemente, este era también el patrón ancestral en los humanos; sin duda, lo sigue siendo en los chimpancés.

Aunque los neandertales pudieran parecer un poco extraños a los Homo sapiens, los estudios del ADN antiguo demuestran que sí se cruzaron con nuestra especie. Para Viola, esto tiene importantes implicaciones. “Los Homo sapiens reconocían claramente a los neandertales como compañeros de apareamiento, lo que sugiere que los consideraban humanos, quizá ‘los tipos raros que viven detrás de las montañas’, pero humanos al fin y al cabo”, afirma. “Más o menos siempre que ambas especies han coexistido extensamente, ha habido intercambio genético”.

Un beso irresistible

El ADN puede no haber sido lo único que nuestros antepasados Homo sapiens intercambiaron con los neandertales. Aunque se cree que nuestro último ancestro común vivió hace al menos 450.000 años, un estudio de 2017 que analizaba el ADN de la placa dental calcificada de los dientes neandertales demostró que las poblaciones de un microbio común que vivía en las bocas de neandertales y Homo sapiens divergieron genéticamente al menos 300.000 años después. Esto sugiere que ambas especies adquirieron el microbio de la misma fuente más o menos al mismo tiempo, o que de algún modo se lo transmitieron mutuamente.

Hay, por supuesto, otras posibles explicaciones, como compartir comida, dice la paleogenetista Laura Weyrich, de la Universidad Estatal de Pensilvania, que dirigió el estudio. “Pero la sugerencia de que podría haber sido un beso resultó irresistible para los medios de comunicación”, dice. “Y es posible que lo fuera”.

Ese estudio también reveló otros aspectos interesantes del comportamiento neandertal. El análisis del ADN sugirió que un neandertal español con un absceso dental probablemente había estado comiendo materia vegetal mohosa cubierta de hongos productores de penicilina, así como corteza de álamo que contenía ácido salicílico analgésico.

Ilustración: Carolina Arriada para Antropología Urbana.

El estudio también arroja dudas sobre la idea generalizada de que todos los neandertales eran carnívoros acérrimos. Mientras que un neandertal de la cueva de Spy, en Bélgica, tenía una dieta bastante estereotipada de ovejas salvajes y rinocerontes lanudos, la investigación reveló que a este joven adulto también le gustaban algunas setas con su comida. “En cambio, los neandertales de la cueva de El Sidrón, en España, no parecían comer mucha carne”, explica Weyrich. “En su lugar, parece que se alimentaban sobre todo de setas y, sorprendentemente, de piñones”.

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La falta de verduras podría ser excusable: en un estudio de 2022, también basado en el genoma neandertal, un análisis de los genes receptores de olores descubrió que los neandertales habrían sido menos sensibles a los olores percibidos como verdes, florales y picantes que nosotros. Sin embargo, en el yacimiento de Shanidar, en el actual Irak, los investigadores encontraron pruebas de que los neandertales cocinaban legumbres como lentejas, mientras que otro estudio reciente halló granos de almidón que sugieren que los neandertales de Italia —por supuesto— hacían harina.

Un neandertal mordisqueando piñones puede parecer la cumbre de la flexibilidad, la resistencia e incluso el buen gusto, pero hay que mencionar un detalle espantoso: los huesos de El Sidrón también muestran signos de canibalismo. Esto puede haber tenido un significado cultural que desconocemos —los ritos que implican canibalismo han existido en muchas culturas—, pero no parece que la población local fuera próspera hace 50.000 años. (Esto contrasta fuertemente con un grupo neandertal de Alemania de hace 125.000 años que, al parecer, era lo bastante grande como para cazar, descuartizar y comerse elefantes).

Declive y persistencia

¿Era el canibalismo un signo de una especie en declive, quizá incluso antes de que el Homo sapiens hiciera sus primeras incursiones en Europa? Es difícil saberlo, pero hace tiempo que nos preguntamos por qué los neandertales se extinguieron y nosotros no. “¿Quizá si el Homo sapiens no hubiera estado allí”, dice Nowell, “ese nicho habría seguido abierto para los neandertales?”.

No hay pruebas de violencia entre neandertales y humanos modernos, añade Nowell; pocos investigadores parecen creer hoy que el Homo sapiens cazara neandertales. Una mayor tasa de mortalidad infantil puede ser parte de la explicación, dice Nowell. “Incluso una pequeña diferencia puede provocar el declive de la población a través de las generaciones”.

Pero, ¿qué tenían los neandertales que los ponía en desventaja, si es que lo estaban? ¿Podría haber sido simplemente mala suerte? “Creo que, a medida que aumentaba el número de Homo sapiens hace 45.000 años, los neandertales ya tenían problemas”, afirma Stringer. “El medio ambiente en este periodo fluctuaba constantemente de casi tan cálido como el actual a un frío glacial, a veces en unas pocas décadas”. La vegetación cambiaba, los animales se desplazaban. “Quizá el Homo sapiens era más capaz de hacer frente a esos cambios, porque trabajaban más en red, ayudándose unos a otros o intercambiando conocimientos culturales”, afirma.

Incluso sin una confrontación directa, es concebible que los neandertales se hubieran visto obligados a ceder el paso a los Homo sapiens y hubieran acabado en los márgenes de lo que solían ser sus lugares favoritos para estar. No obstante, dice Nowell, los neandertales pueden haber desempeñado un papel en nuestro éxito. Los Homo sapiens podrían haber aportado nuevas tecnologías, pero es posible que también aprendieran habilidades de los neandertales, que habían vivido en Europa durante milenios.

Con el tiempo, los neandertales restantes, que vivían en grupos cada vez más reducidos con pocas parejas atractivas, si es que había alguna, muchas de ellas parientes cercanos, podrían simplemente haber decidido unirse a un grupo de Homo sapiens, y bien podrían haber sido bienvenidos allí, dice Viola. Y debido a nuestro mestizaje, algo de los neandertales aún sobrevive en nosotros.

“Hay más ADN neandertal en los miles de millones de humanos que viven hoy en día que cuando aún existían”, afirma Viola. “En cierto modo, los neandertales siguen aquí”.

Fuente: Knowable/ Traducción: Debbie Ponchner

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