Navidad: la mirada antropológica

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por DANIEL MILLER – Colegio Universitario de Londres

Siempre pensé que el papel principal del antropólogo no es decirnos lo que fuimos, sino darnos una idea de en qué nos estamos convirtiendo. Explorar cuestiones que surgen de la historia de la Navidad establece las estructuras y tradiciones que subyacen a la fiesta, pero es importante sugerir que hoy la Navidad es quizás más importante que nunca. Proporciona muchas ideas sobre la ambivalencia central del mundo moderno con respecto a lo que creemos en que nos hemos convertido. Específicamente, la Navidad se convirtió en el centro de tres de las luchas más importantes que definen el ser moderno. La primera es nuestra relación con la familia y el parentesco, tema que siempre estuvo en el centro de la antropología. La segunda es el problema de cómo reconciliamos nuestro deseo de ser ciudadanos del mundo global sin perder nuestro sentido de las especificidades de los orígenes locales o la relación con los lugares de donde venimos. Y la tercera es nuestra relación problemática con el consumo masivo y el materialismo.

No es de extrañar que un antropólogo se sienta atraído por el estudio de la Navidad. Como disciplina, siempre nos interesó el estudio del ritual, incluidas las festividades estacionales. Pero una de las razones por las que los antropólogos tienden a ceder territorio a la sociología es que parece que nuestros intereses centrales, como el ritual y el parentesco, están en declive. La mayoría de las fiestas y ritos que alguna vez se celebraron, al menos en las áreas más metropolitanas, prácticamente desaparecieron. Por el contrario, la Navidad es la única fiesta que obtuvo el respaldo oficial y la creciente atención comercial, de modo que hoy es como si todas las demás fiestas hubieran sido vaciadas y reemplazadas por esta última celebración, que ahora se erige como el símbolo de la idea misma de un festival anual. Además, la Navidad creció en términos globales para celebrarse en muchos países que no son cristianos ni tenían tradición navideña previa. Sin embargo, ese mismo éxito, y especialmente su aceptación por parte del comercio moderno, hizo que la Navidad sea sospechosa. Tendemos a asumir que la Navidad perdió su autenticidad y su esencia precisamente al comprometerse con estos aspectos comerciales de la modernidad. Pero la relación con el comercio es más compleja y mucho más interesante.

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Si miramos históricamente, pero también en diferentes regiones contemporáneas, encontramos que en algunos lugares la Navidad es única, y en otros conserva la estructura de dos picos basada en su relación con algún otro festival. En Japón, por ejemplo, hay un contraste importante con la celebración del Año Nuevo, mientras que en Trinidad existe el maridaje y la oposición sistemática al Carnaval. Lo mismo ocurre con la historia europea, donde la Navidad parece ir y venir, pero este es igualmente el caso del Carnaval. Es notable que si la Navidad es la fiesta que atrae a enjambres de folcloristas, el Carnaval parece llevar a los antropólogos a un frenesí similar. Es aquí donde el tema de la inversión recibe su tratamiento más completo. Muchos analistas tratan la inversión del Carnaval en términos relativamente simples, usualmente celebrándolo por su objetivación de alguna alternativa política radical, o argumentando que proporciona un apoyo catártico a una ideología dominante.

En los últimos tiempos, con el crecimiento de la secularización y la duda, es poco probable que volvamos a ver esa condición de cosmología absoluta y abarcadora que dio lugar a la Navidad más rabelaisiana y carnavalera. Un lugar como Trinidad todavía se las arregla para tener la versión de dos picos donde el Carnaval sigue siendo muy importante, pero a través de una relación dualista con la Navidad como la fiesta de lo doméstico. Pero en un lugar como Inglaterra, que ahora es en gran parte secular y está saturada de ironía y duda, vemos una Navidad moderna que está dedicada, no a la promulgación de la cosmología, sino a la protección de la sociedad o lo que sea que se considere que queda de la sociedad. Los tres temas mencionados corresponden a tres estrategias en una especie de funcionalismo social que habría atraído a Durkheim.

En Navidad reconocemos plenamente el auge del comercio y el materialismo, pero en emulación de la alquimia inversa narrada por Dickens, buscamos revertir nuestra orientación hacia el dinero y convertir el oro a través de los obsequios en el refuerzo positivo de la sociedad. Pero esa sociedad ahora se redujo a su último vestigio en el núcleo de la familia, o algo así, a la que todavía se puede persuadir, al menos en esta única época del año, para reunirse para participar en una fiesta ritual compartida. Habiéndonos retirado a ese cimiento, la Navidad luego trata de incorporar el mundo y llegar desde el microcosmos de nuestra propia familia hacia arriba, a la familia divina. Finalmente, la Navidad intenta lograr el mismo papel de puente con respecto al mundo mismo. La Navidad junto con el Año Nuevo se convirtieron en los momentos en los que imaginamos que casi todo el mundo está celebrando la misma fiesta al mismo tiempo, pero la Navidad también se volvió el último refugio de la localidad y la tradición popular o la tradición familiar, para que el único lugar donde la gente conozca cómo celebrar la Navidad correctamente sea el lugar de donde venimos. Todo lo cual justifica mi declaración original de que la Navidad parece ser al menos tan importante hoy como lo ha sido siempre.

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Adaptado de: Christmas: An anthropological Lens/ Traducción: Maggie Tarlo

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