por CLAUDIA BRIONES – Universidad de Río Negro
Bruno Latour propuso en una conferencia para los antropólogos y la antropología pensar la disciplina abandonando la idea decimonónica de “la ciencia del hombre”, en pro del proyecto más ambicioso de usar la antropología como entrada a la contemporaneidad, siendo contemporáneos con lo que pasa a nuestro alrededor.
Pero, si nos pensamos como seres en permanente tránsito o devenir anudado de modos no del todo azarosos ¿cuándo empieza esa contemporaneidad? ¿Es acaso la contemporaneidad una rara aleación de problemas conocidos y otros apenas intuidos? En todo caso, en un mundo tan desigual y desparejamente globalizado, ¿los problemas de quiénes y para quiénes son los que se tratan? Ante esta multiplicidad, ¿desde qué punto de vista hay que generalizar como “problemas” lo que de seguro emergerá de perspectivas situadas y desparejamente atravesadas por prejuicios y, por tanto, perjuicios de clase, región, género, pertenencia sociocultural, sexualidad, religiosidad, etc.?
Como por algún lado hay que empezar, bien vale la pena tomar el riesgo de circunscribir “nuestra” contemporaneidad identificando procesos entramados sobre dispares temporalidades, pero que parecen al menos “novedosos” porque instalan la sensación de que estamos presenciando problemas que no teníamos antes. En un sentido muy general e inmediato, por tanto, me interesa resaltar aquí tres tipos de preocupaciones que están cobrando creciente cuerpo, al menos en los medios de comunicación y entre algunos científicos sociales, aunque con dispares énfasis según sus teorías y posicionamientos ético-políticos. Aun a conciencia de los desparejos que son sus efectos sobre distintos sectores y rincones del planeta, sí creo que las tres están creando la sensación de haber arribado a una época que conlleva una inflexión sorprendente. Me refiero al papel desbocado de diseminación de fake news y de recursos de tecnocontrol mediante las redes sociales; a la multiplicación de polarizaciones políticas y discursos de odio alentados por “populismos” de derecha e izquierda recientemente llegados al poder a través de votos mayoritarios; y a los efectos del cambio climático sobre las condiciones/posibilidades de vida en el Antropoceno.
Son, claro está, preocupaciones diferentes pero que están anidadas en ese cuadro de una contemporaneidad alarmante o alarmas de la contemporaneidad. Las dos primeras, que involucran sólo lo humano, parecen ser las más generalizadas entre científicos sociales de distintas disciplinas, y se dirimen en campos de debate que se concentran en mostrar la problematicidad de lo que entendemos por política y por ideología. La última parece acotada a las prácticas económicas, aunque ha introducido el espacio de crítica más sistemática a los dualismos oposicionales propios de la episteme de la modernidad (naturaleza/cultura, humano/no humano y ciencias naturales/ciencias sociales). Es un campo en el cual se ha verificado un incremento impresionante de publicaciones, pero, a pesar de su alcance planetario y el futuro incierto que plantea para la especie, aún es un tema de agenda menos extendido en y para las ciencias sociales.
Cada una de estas cuestiones posee a su vez un campo vasto de intervenciones académicas y sociales que no intentaré sistematizar aquí. Me limitaré, más bien, a mapear lecturas y discusiones disponibles desde y con las cuales dialogar, sin dejar de insistir que en América Latina todo ello opera con un inusitado incremento de las desigualdades, y en un momento del sistema-mundo en que la acumulación por desposesión asocia un conjunto de inviabilidades por depredación que, a mi entender, conforman el telón de fondo más amplio y alarmante de la época en que nos toca vivir.