¿El lavarropas pertenece a la cocina?

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por KIRSTEN BELL – King’s College de Londres  

Cuando mi esposo y yo nos mudamos de Canadá a Londres, había una pregunta que nos hacíamos repetidamente mientras buscábamos un lugar para vivir: ¿por qué los británicos insisten en poner sus lavarropas en las cocinas?

La queja es común entre los expatriados que viven en el Reino Unido. Como observó Tanya Vincent, una arquitecta australiana que vive en Londres: “La lavadora en la cocina es una convención tan arraigada que apenas se cuestiona. Por supuesto, no todas las casas británicas tienen el lujo de un cuarto de servicio, pero lo que a menudo se requiere es una asignación de espacio más realista”. Al final, atribuyéndolo a una peculiaridad de la vida británica, nos resignamos a la inevitabilidad de comprar una casa con lavarropas en la cocina y luego lo trasladamos rápidamente al baño de la planta baja.

En 2017, la personalidad de televisión Kirstie Allsopp, que presenta el popular programa de telerrealidad inmobiliario Location, Location, Location, sin darse cuenta desató una tormenta en Twitter cuando intervino sobre el tema de las lavadoras en las cocinas en respuesta a un tuit del periodista británico Jim Waterson. Éste había observado: “Los estadounidenses en nuestra oficina siempre están confundidos por el hábito británico de poner lavadoras en las cocinas y ven esto como repugnante”.

Allsopp respondió, mojándole la oreja: “Es repugnante, el trabajo de mi vida está en parte dedicado a sacar las lavadoras de la cocina”. La reacción fue inmediata y furiosa, con tuiteros británicos exigiendo saber dónde se deben colocar las lavadoras si el propietario de una casa no tiene un cuarto de servicio. La respuesta de Allsopp, «Baño, armario del pasillo, armario de ventilación», simplemente inflamó a la mafia de Twitter. Sin paciencia, Allsopp anotó en su salva final: «Miren, montón de genios de mierda, SI ES POSIBLE tener una lavadora fuera de la cocina, libera espacio; si no es posible, no es gran cosa».

Para muchos británicos, las reflexiones de Allsopp sobre las lavadoras habían revelado que estaba completamente desconectada de la vida de los británicos normales. “Un piso elegante, una casa de vacaciones, una mansión atendida por seis empleados… Bienvenidos al extraño mundo de Kirstie Allsnob”, fue el título de un artículo sarcástico en el tabloide británico The Sun de la presentadora de radio Julia Hartley-Brewer. YouGov, el influyente sitio web británico de encuestas, desarrolló rápidamente una encuesta sobre el tema. Encuestaron a 3641 adultos, y el 67 por ciento de los encuestados indicó que la cocina era, de hecho, el lugar adecuado para tener el lavarropas. Los británicos, al parecer, habían hablado definitivamente: las lavadoras pertenecen a las cocinas.

Los británicos generalmente te dirán que las lavadoras se colocan en las cocinas simplemente por consideraciones utilitarias: limitaciones de plomería y problemas de espacio. Sin embargo, para la mayoría de los extranjeros, esta explicación parece inadecuada. Si bien es cierto que los metros cuadrados de una casa de tamaño promedio son notablemente más grandes en América del Norte y Australia que en el Reino Unido, incluso en ciudades donde el espacio es escaso, los arquitectos aún encuentran lugares para áreas de lavandería. Por supuesto, la vivienda suele ser más nueva en estos países, pero las lavadoras tienden a colocarse en las cocinas del Reino Unido, independientemente de la antigüedad de la propiedad. Además, incluso en propiedades que se renovaron ampliamente, con extensiones de loft y baños adicionales agregados, las lavadoras todavía tienden a colocarse en las cocinas.

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Esto es probablemente lo que los extranjeros encuentran más desconcertante sobre las actitudes británicas hacia los lavarropas: incluso cuando las personas tienen la opción de colocar su lavadora en otro lugar, parecen preferir la cocina. Como señala la reportera estadounidense Corinne Purtill sobre la aparente indiferencia de los británicos a la instalación de secadoras: “Para un estadounidense, esto es desconcertante. Gran Bretaña no es la soleada Italia, donde supongo que simplemente puedes arrojar la ropa lavada a la terraza por la mañana, y estará crujiente al final de tu siesta posprandial. Gran Bretaña está húmeda. Está mojado todo el tiempo. Llovió todos los días durante un mes cuando me mudé allí por primera vez, y eso fue en el verano. Es un lugar que pide a gritos la comodidad de ropa abrigada y seca”.

El clima húmedo significa que las personas se ven obligadas a usar un tendedero, ocupando así un valioso espacio en la cocina o la sala de estar. Alternativamente, puedes comprar una lavadora/secadora combinada en lugar de una lavadora, que es con lo que vino equipada nuestra casa. Si bien esto suena como una solución viable al problema, este dispositivo horrible toma una pequeña cantidad de ropa, la lava mal y la seca hasta que literalmente chirría pero no está lo suficientemente seca como para doblarla y guardarla. Ah, y todo el proceso dura unas cinco horas.

Cómo y dónde las personas lavan la ropa puede parecer trivial, pero la arquitectura del hogar revela mucho sobre los valores culturales de una sociedad. Como señala la antropóloga Irene Cieraad: “Las razones de las características de nuestro entorno doméstico parecen evidentes, impidiendo que nos hagamos preguntas tan obvias como: ¿Por qué cubrimos nuestras paredes y ventanas interiores? ¿Por qué rara vez ponemos una cama en la cocina? ¿Por qué guardar la ropa sucia en rincones escondidos?”.

Según la geógrafa humana Louise Johnson, las cocinas en la mayoría de los países occidentales solían estar ubicadas en la parte trasera de la casa antes de la década de 1950, lo que refleja su estatus inferior como «espacios que se ocupan de la comida, la suciedad, las mujeres y los sirvientes». Pero las cosas cambiaron drásticamente con el auge de la vida de planta abierta. Como señala la historiadora del diseño británica Judy Attfield, los arquitectos modernistas vieron la planta abierta como un medio para incorporar valores modernos en la estructura de la casa. Por lo tanto, los arquitectos priorizaron la facilidad de uso y mantenimiento, rechazaron los estilos tradicionales y la ornamentación innecesaria en favor de una estética minimalista y eliminaron las paredes para crear un espacio habitable multipropósito más “democrático”. También reubicaron la cocina de la parte trasera para convertirla en el núcleo literal y simbólico de la casa.

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Aunque las casas luminosas y de planta abierta se convirtieron en estándar en gran parte del mundo occidental en el período de posguerra, no fueron aceptadas en el Reino Unido de la misma manera. La historia de New Harlow, una comunidad planificada posterior a la Segunda Guerra Mundial, da fe de esta ambivalencia hacia el diseño modernista. Según Attfield, los arquitectos de New Harlow diseñaron las casas para incluir espacios de estar de planta abierta en lugar de las dos salas de recepción habituales. Vieron esto como una democratización del espacio, al disolver la “fría formalidad” de la sala delantera y la “jerarquía social tradicional incuestionable” sobre la que descansaba.

Los inquilinos, sin embargo, lo odiaban. La desaparición del muro que separaba la habitación delantera de la trasera significó que ya no había una separación física entre el salón, que normalmente se mantenía ordenado y se usaba como espacio para recibir invitados, de las actividades cotidianas más privadas en la parte trasera de la casa.

Si, como sugirió la antropóloga Kate Fox, lo inglés se caracteriza por una necesidad casi patológica de privacidad, la desaparición de la sala de estar no fue una pérdida menor. Los inquilinos reaccionaron a este intento de acabar con el salón tratando de recrearlo a través de cortinas, muebles y, en algunos casos, alteraciones estructurales ilegales para agregar y reposicionar paredes. Los arquitectos, a su vez, se quejaron de que “las casas de planta abierta se están cerrando de nuevo, las habitaciones claras se oscurecen y la sensación de amplitud se reduce a un desorden acogedor”.

Con el tiempo, la vida de planta abierta se normalizó más en el Reino Unido. Por ejemplo, ahora es común que se elimine la pared entre las dos salas de recepción, al menos parcialmente, aunque generalmente todavía se enumeran como habitaciones separadas en los listados de bienes raíces. Sin embargo, la visión de las cocinas como espacios exclusivamente de servicio parece haber persistido. Solo recientemente la gente comenzó a pensar en las cocinas como espacios habitables de usos múltiples.

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Una vez que la cocina ya no se considera simplemente una habitación de servicio, cambia la forma en que las personas usan el espacio, incluida la forma en que determinan qué actividades son y no son apropiadas. Es por eso que las lavadoras en las cocinas parecen extrañas para la mayoría de los extranjeros. Los espacios habitables son áreas donde nos relajamos, socializamos, cocinamos y comemos (idealmente, con el cocinero capaz de socializar mientras prepara la comida). No son el lugar apropiado para realizar abluciones en nuestro cuerpo o ropa.

También es la razón por la que esta ubicación ocasionalmente atrae disgusto entre aquellos que no están familiarizados con las normas británicas. Cuando una cocina es un espacio habitable, las actividades relacionadas con los efluvios del cuerpo de repente se vuelven materia fuera de lugar o, para usar la terminología de la antropóloga Mary Douglas, “suciedad”. Como señala Douglas en Purity and Danger: “Los zapatos no están sucios en sí mismos, pero es sucio colocarlos sobre la mesa del comedor; la comida no es sucia en sí misma, pero sí lo es dejar los utensilios de cocina en el dormitorio, o la comida salpicada en la ropa”.

Debido a que las concepciones de la suciedad se basan en cómo se clasifican los espacios, reclasificar el espacio conduce inevitablemente a una reclasificación de lo que está sucio. Esto aparece con fuerza en una respuesta que Allsopp hizo a un tuitero que exigía saber por qué las lavadoras en la cocina eran «repugnantes». En sus palabras: «¿Por qué alguien quiere mezclar caca, pipí y menstruación con la comida a menos de que sea necesario?»

En resumen, aunque los británicos te dirán repetidamente que las lavadoras, por necesidad, están ubicadas en las cocinas, están mintiendo, aunque principalmente a sí mismos. Esto no significa que las lavadoras en las cocinas sean asquerosas o antihigiénicas; en cambio, la práctica incuestionable de colocarlas en las cocinas refleja ideales culturales arraigados en las casas británicas, incluidas las nociones de espacio público y privado que han cambiado recientemente.

Entonces, la próxima vez que escuches a un británico quejarse de su ropa, déjale saber que un mundo más brillante (y más seco) es posible. Para citar a Purtill: “Hay tantos problemas intratables que la humanidad aún tiene que resolver. Secar la ropa no es uno de ellos. ¡Tenemos esto, gente! No tienes nada que perder excepto tu humedad”.

Fuente: Sapiens/ Traducción: Maggie Tarlo

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