Cuando el gran público descubre la cultura drag

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por AZILIZ KONDRACKI y ELIAS CAILLAUND – Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales  

“Drag” es una práctica artística en la que las personas, en su mayoría LGBTQIA+, encarnan para una velada o una actuación un personaje de género exuberante (femenino, masculino o mixto). Surgido en Estados Unidos a principios del siglo XX (sus orígenes precisos aún no están claros), constituye un medio de expresión para una comunidad LGBTQIA+ fuertemente discriminada y estigmatizada. Fue con la aparición de los movimientos de liberación LGBTQIA+ en la segunda mitad del siglo XX y el creciente interés de los medios por esta práctica que el drag se fue convirtiendo poco a poco en un fenómeno globalizado. Más recientemente, la aparición de la franquicia Drag Race impulsó el arte drag a la escena de los principales medios.

Hoy el “drag” está presente en la mayoría de los países y se adaptó a los contextos culturales en los que arraigó, creando así escenarios únicos enraizados en prácticas artísticas preexistentes de travestismo. La escena «drag» francesa no es una excepción y prospera inspirándose en largas tradiciones nacionales como el cabaret, la moda o el teatro. Las drag queens francesas, por ejemplo, son famosas por la calidad y la belleza de sus atuendos.

A medida que se desarrolla, las prácticas del drag se diversifican y empujan los límites del cuerpo; drag queens y drag kings ultrafemeninos que juegan con la masculinidad ahora se codean con criaturas más o menos horribles o fantásticas de género indefinido y humanidad equívoca.

Aunque el programa televiso Drag Race France tuvo un gran éxito de audiencia (casi 7 millones de espectadores), fue, sin embargo, objeto de polémica en las escenas drag locales antes de su emisión en julio de 2022. En este momento existen serias preocupaciones sobre el retrato que hacen de las personas drag y LGBTQIA+. En el mundo del drag, algunos expresan cierta desconfianza en la cadena de producción y su capacidad para traducir su arte, sus vivencias, sus luchas en un programa de televisión para el gran público.

Esta fuerte reacción es sintomática de un malestar más general entre las personas LGBTQIA+ con respecto al riesgo de “pinkwashing”, que se refiere a la reapropiación de sus culturas por parte de las instituciones y los principales medios de comunicación con fines comerciales.

A todo esto se suma la esperanza de que el espectáculo Drag Race France no sea solo un pastiche de la versión estadounidense. Las drags quieren por tanto una adaptación del formato que resalte su arte en todo lo que tiene de único y plural, pero que también eduque al público en general en temas relacionados con la experiencia LGBTQIA+. Todas estas preguntas reflejan la incertidumbre de los efectos positivos o negativos que produce el encuentro entre una cultura alternativa y las masas tanto para los artistas como para el público.

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Drag Race, una historia de éxito mundial

Doce años después de su lanzamiento en Estados Unidos, el formato televisivo estadounidense Drag Race ha sido adaptado en Reino Unido, Canadá, España, Países Bajos, Italia, Australia, Nueva Zelanda, Tailandia, Chile y Filipinas. Se anuncian otras adaptaciones en Bélgica, Alemania y Suecia.

En Francia, la mayoría de las drags jóvenes han descubierto este universo a través del espectáculo estadounidense y ahora son fanáticas empedernidas. Como resultado, el testaferro de este éxito mundial, RuPaul, todavía es visto por muchos como una figura tutelar. La práctica de estos performers está íntimamente ligada a la apertura americana y las referencias que ofrece. Uno de los participantes en el programa francés dice: “Lo que me hizo querer hacer drag fue haber descubierto RuPaul’s Drag Race. Así que soy un producto puro de competencias de resistencia”.

Téngase en cuenta, sin embargo, que el programa no es unánime entre las personas LGBTQIA+ porque algunos lo consideran, e incluso antes de que el formato se exportara a Francia, como poco inclusivo y poco representativo de los círculos queer; además de muy «reality tv», señala el drag king de Lyon, Rico Loscopia. El director de la unidad de entretenimiento dentro del grupo France Télévisions, por ejemplo, afirma en una entrevista que el grupo está orgulloso «con Endemol France y Shake Shake Shake de ofrecer Drag Race France, la adaptación del icónico formato creado por RuPaul, una marca conocida en todo el mundo que hace honor al arte del drag y que permite resaltar la escena queer, su realidad, su riqueza y temas como la transidentidad”.

Si la producción del programa en Francia es parte de una fuerte apuesta política, no puede, sin embargo, librarse del marco comercial transnacional del que forma parte y de las limitaciones de las adaptaciones impuestas por éste; el grupo France Télévisions, cuando se queda con los derechos de adaptación del formato, debe seguir un procedimiento de producción preciso impuesto por el distribuidor estadounidense.

Una versión francesa del formato estadounidense

Desde la década de 1990, la mayoría de los programas emitidos en la televisión francesa han sido adaptaciones de formatos televisivos de sistemas de medios extranjeros: siendo uno de los primeros en Francia, por ejemplo, el programa Questions pour un champion, una adaptación del formato británico Going for Gold, de 1987. Así, un formato televisivo es una receta a seguir para la producción de espectáculos.

Ha pasado poco tiempo desde que se plantearon los vínculos entre un formato y sus adaptaciones locales para la comercialización de estos productos económicos, y en este contexto, el programa Drag Race France no es una excepción: se puede leer, por ejemplo, en el sitio de la Televisión Francesa, que «es sobre todo la historia de un éxito internacional [y que la adaptación francesa] retoma lo esencial de su hermana mayor estadounidense».

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Cabe señalar que para la adaptación de un formato para el público local, los productores no pueden disponer libremente de este modelo de producción. En una tensión entre rigidez y flexibilidad, la producción de un formato adaptado es así parte de un marco de mercado que estandariza la producción de adaptaciones locales. Dicho esto, en un afán de localización, se apostó por adaptar el formato estadounidense manteniéndose muy cerca del concepto original del programa «pero con la idea de que sepamos enseguida que estamos en Francia», como explica el productor en una entrevista.

Para promocionar el espectáculo, las drag queens francesas toman la pose del rey en un escenario de Versalles y visten atuendos exuberantes que recuerdan a los de la corte en el siglo XVIII. Pero eso no es todo. Un cocorico a modo de jingle, un remix de la Marsellesa que corea “¡ciudadanos glamorosos!“, o incluso un desfile sobre el tema “French clichés” dan a la adaptación francesa su color local y distinguen el contenido del programa Drag Race France en comparación con otras adaptaciones.

Conquistando audiencias (un programa mainstream pero no demasiado)

El productor del programa, Raphaël Cioffi, también afirma en una entrevista que lo que le gusta hacer «son cosas fuertes, que atraen tanto a sus amigos queer como a sus padres». Una apuesta acertada según el diario Le Monde, que asegura que las exuberantes «reinas» del programa «se han ganado a un público que ahora va más allá del círculo LGBT+».

De hecho, el programa debe dirigirse al público en general y, al mismo tiempo, resaltar la cultura LGBTQIA+. El drag king Rico Loscopia está de acuerdo, y agrega que las drags franceses se sentían respetadas y que el programa «trataba tanto de atender audiencias queer como audiencias no acostumbradas». El arte del drag ve cómo su audiencia se expande a una audiencia más «hetero»; en otras palabras, más convencional. Así, a través del programa Drag Race France, el drag se convierte en un objeto cultural de masas que reúne a diversos públicos, con diferentes expectativas y sensibilidades.

Por lo tanto, esta nueva locura popular impacta una escena presente en todas partes en Francia (y esto desde al menos la década de 1980) haciéndola más visible y más accesible. En este contexto, el espectáculo se ha convertido, por ejemplo, en una forma de que los artistas se den a conocer ante un gran público en toda Francia. El drag ya no es la práctica confidencial que era hasta entonces y ahora nuevas instituciones y establecimientos se interesan por él, incluyéndolo cada vez más en su programación. “¡Nosotros también existimos!”, afirma la drag queen de Lille, Crystal Chardonnay, durante la fiesta organizada en Lille tras el show en vivo de Drag Race France, enfatizando así la importancia de apoyar las escenas locales, dándoles oportunidades, y no conformarse con una versión diluida del espectáculo.

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Dicho esto, una de las drags del programa dice que espera que todas las drags que se aprovechan de esta nueva moda popular tengan la oportunidad de ocupar varios espacios televisivos, además del programa Drag Race France, único palco destinado a dar un lugar central a drag Queens en los medios, y de facto, a personas LGBTQIA+. Entre los raros precedentes en Francia, solo podemos mencionar un programa en M6, Drag Save The Queen, emitido antes de Drag Race, en 2021.

Como «la locura de Drag Race se ha apoderado de Francia», por citar a un popular medio de comunicación, se anunció una segunda temporada. Más numerosas que en el reparto de la primera temporada, otras drags han decidido postularse para intentar convertirse en “la próxima reina del drag francés”. Sin embargo, aún persisten controversias en torno a la emisión y estandarización de este arte, diluyendo su alcance político con fines comerciales. El programa Drag Race es ahora la principal referencia para el drag en Francia, creando nuevas expectativas para parte del público francés: expectativas a las que se enfrentan las drags.

Sin embargo, la globalización de los bienes culturales también obliga a los artistas a reinventarse y fortalecerse localmente mientras explotan su creciente popularidad. La creciente demanda de espectáculos drag por parte del público y de determinados lugares, desde la emisión del programa, condujo a que cada vez más drag queens piensen en su profesionalización y en actuar en nuevos contextos, como bares y restaurantes con una clientela menos queer y en espacios institucionales más grandes.

Si bien el formato estadounidense parece haber encontrado un lugar en nuestras pantallas de televisión y sin duda tiene varias repercusiones en las escenas drag locales, es interesante observar cómo el programa finalmente provoca el surgimiento de un drag francés que a su vez es exportado al exterior. Esto pone en evidencia, como lo hizo el espectáculo, ciertos clichés nacionales como influencias del cabaret y la moda, que ahora son tema de espectáculos, en un lógico regreso a los escenarios.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Camille Searle

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