por JULIA BROWN – Universidad de San Francisco
Las cuestiones de parentesco son una preocupación antropológica desde hace mucho tiempo. Incluyendo la importancia que tienen nuestros parientes para dar forma a nuestro sentido de «yo» y cómo se desarrollan rituales como la Navidad y la relación que implica ser parte de una red de parentesco. Cuando decimos «parientes», no nos referimos solo a parientes consanguíneos, aunque estos son quizás los más pegajosos. Durante mi trabajo de campo con pacientes con esquizofrenia, aplicaba una frase que usaba mi abuelo que encajaba muy bien: “Demasiada relatividad”. Es decir, cuando el número de familiares y la intensidad del tiempo familiar provocan algún tipo de combustión. Si no estás acostumbrado a estar tan cerca de tus parientes, las reuniones familiares de Navidad pueden aumentar cualquier entropía. Si se espera que participes en la Navidad, rara vez es tranquilo y también puede ser doloroso.
Rápidamente aprendí que tener una familia más numerosa en una cultura occidental no siempre hace que las personas se sientan «afortunadas», de la forma en que yo pensaba que era afortunada por tener una familia cerca (muchos de los participantes de mi investigación no se sentían así). La mayoría de mis participantes despreciaban la Navidad o se ponían ansiosos por las fiestas (querían evitar ese sentimiento de «demasiada relatividad»). Era importante tener al menos alguna influencia sobre el grado de contacto familiar. Pero contextualicemos esta situación con las normas en torno al individualismo y a los gestos de reciprocidad esperados que se encuentran en los suburbios de Australia, donde muchas cosas se juntan en las vacaciones de Navidad. Estacionalmente podría tener sentido, para maximizar el verano, pero que una celebración sea una olla a presión liminal e interpersonal es bastante cuestionable.
Un psiquiatra me señaló recientemente lo absurdo que es que, en Australia, todos los «fines» de año sucedan a la vez (salvo el financiero, aunque hay que considerar las tensiones como la expiración de seguros y registros y las enormes cantidades de dinero que la gente gasta durante las «vacaciones»). Es más, existen múltiples «incógnitas» pendientes que permanecen hasta tres meses: el final del año escolar, las transiciones de trabajo (o jubilación) y las personas que no se comunican efectivamente entre sí, si es que lo hacen, durante el período escolar, pero se encuentran en reuniones anuales festivas. Los pacientes (de cualquier tipo) bien podrían experimentar un problema de salud que no habían podido revisar durante todo el año, como la forma en que se pospone la administración de la vida, la jardinería y el trabajo doméstico hasta que no quedan más oportunidades de posponer nada (piénsalo: la afluencia de visitantes de vacaciones o las ganas de terminar el año con un sentido de productividad para que nadie pueda cuestionarte que perdiste otro año). Las personas a menudo se sienten más responsables de cumplir con las expectativas de otras personas que de tener sus propias cosas en orden.
Pero las personas a menudo expresan su vulnerabilidad en lugar de defensas sociales (como sonrisas navideñas) en compañía de no familiares, especialmente porque la mayoría de los problemas «mentales» están incrustados en una matriz social, que a menudo involucra a los familiares. El médico (generalmente un médico de cabecera) es alguien con quien la gente se encuentra hablando, pero en diciembre hay menos tiempo para negociar los asuntos adecuadamente, lo que aumenta los sentimientos frenéticos y las incertidumbres al comenzar el nuevo año. Por supuesto, muchas personas no se acercan en absoluto, y las tasas de suicidio (o los intentos, y varios tipos de accidentes) aumentan durante el período de las fiestas en Australia, especialmente (pero no exclusivamente) entre los grupos socialmente marginados. Las expectativas culturales y familiares en torno a la Navidad explican algo de esto.
Las personas pueden poner mucha energía y grandes expectativas en las fiestas y las reuniones, solo para decepcionarse y luego no saber cómo lidiar con esa decepción (porque puede ser bastante antisocial, incómodo e hiriente hablar sobre eso). Estaba triste y contenta por los participantes de mi investigación, quienes, en cambio, se habían «disociado» de lo que de otra manera podría ser una época del año de mierda, una época sensible e irreconciliable que solo evoca dolores pasados y tensiones interpersonales. Y, al observar mi propio mundo social, no es una coincidencia que las expectativas combinadas con las compresiones espaciales de las reuniones signifiquen que muchos australianos terminen refugiados en el alcohol durante estos tiempos. Claro, hay sentimientos de celebración allí, pero también está mezclado con mucha medicación personal (y social). No juzgaré a nadie por describirlo simplemente como entrar en el «espíritu» de los consumos festivos, ya que, a veces, esa liberación/alivio «tóxico» nos ayuda a abrazar el momento presente. Pero a veces hay demasiadas burbujas.
Antes de terminar con una nota más brillante, quiero recordarte que, si te sientes estresado o si te sientes solo (independientemente de la compañía que tengas, lo que cuenta son tus conexiones percibidas con las personas), y aún no lo aceptaste como una forma de desapego, estoicismo, medicación (de cualquier forma) o simple «curiosidad» antropológica para lidiar con cualquier angustia opresiva provocada en esta época del año: no estás solo. Incluso podrías referirte a este conjunto de herramientas de «primeros auxilios para la salud mental» y pensar en ellas como una especie de «primeros auxilios sociales».
La cultura suburbana, consumista, neoliberal y australiana está sesgada hacia el yo como individuo (los intercambios de obsequios individuales que requieren afirmaciones y la negociación de sensibilidades son el caso de la época navideña). Esto hace que la incorporación de los familiares a nuestros espacios personales sea quizás más complicada de lo que necesita ser. Pero si es el mundo en el que vives, solo puedes intentar tomarlo por lo que es: un ritual con, en gran medida, buenas intenciones. Yo agregaría que los actos de bondad más pequeños pueden llegar muy lejos, y hay muchos tipos de vínculos afines que se pueden apreciar a pesar de sus aparentes superficialidades e imperfecciones.
Ahora, ésta es una canción clásica de parientes navideños australianos que te traerá nostalgia si la conoces, o te hará reír si crees que los australianos urbanos son raros: «How to Make Gravy» de Paul Kelly. Es una carta lírica de un hombre en la cárcel a su familia, el 21 de diciembre. Me pone nostálgica y agradecida por mi familia y amigos (sin importar los límites de la «relatividad»). También normaliza parte de la angustia que traté de comunicar antes.
Fuente: The Familiar Strange/ Traducción: Alina Klingsmen