por ALEX GOLUB – Universidad de Hawái
Algunos de ustedes, que, a diferencia de mí, no tuvieron familiares asesinados por nazis, o a quienes no les bombardearon todas las sinagogas de su ciudad natal en la misma noche, pueden estar escuchando sobre Antifa por primera vez ahora. Aunque está haciendo olas en los medios, la acción antifascista tiene una historia de un siglo, e incluye a muchos antropólogos que lucharon contra el fascismo, no escribiendo cartas al New York Times o retuiteando un gif animado, sino arriesgando sus vidas.
Como documentan las historias de acción antifascista, Antifa es un movimiento político fundamentalmente antiliberal que busca oponerse al fascismo por cualquier medio necesario, incluida la violencia. Por esta razón, no puedo enfatizar lo suficiente que me opongo a Antifa en este momento, porque me opongo a la violencia, que va en contra de mis valores y tácticas y, estratégicamente, en contra de nuestros intereses en este momento dado el estado de ánimo del país. Pero en diferentes épocas y diferentes lugares, la amenaza del fascismo era tan grave que fue necesaria una resistencia violenta. Y en esos momentos, los antropólogos actuaron con valentía y honor.
Un buen ejemplo de uno de esos momentos fue la Guerra Civil Española de finales de la década de 1930, que enfrentó a los republicanos (es decir, quienes estaban a favor de la democracia) contra el dictador Franco. El conflicto tuvo su propia política interna, pero muchos en el mundo lo vieron como una prueba del poder de la democracia para resistir al poder del fascismo, que se estaba extendiendo rápidamente por Europa. Miles de estadounidenses se ofrecieron como voluntarios para embarcar a España y formaron la Brigada Abraham Lincoln para luchar en el conflicto, que finalmente ganaron los fascistas. Dos de los voluntarios fueron Elman Service y John V. Murra.
Service creció en la Depresión. No terminó la escuela secundaria porque la escuela cerró por falta de fondos durante su último año. Después de trabajar a tiempo parcial para ganar dinero, ingresó a la universidad, pero la abandonó para unirse a la Brigada Abraham Lincoln. Fue herido en batalla y regresó a Estados Unidos, donde continuó recaudando dinero para la Guerra Civil Española. Luego, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, ingresó al ejército y regresó a Europa para luchar contra la amenaza nazi. Su país pagó su servicio con el G.I. Bill, que le permitió obtener su doctorado, y también la vigilancia del FBI, para asegurarse de que no era comunista. Aparentemente, una de las razones por las que nunca fue perseguido por nuestro aparato de seguridad nacional fue porque todos los muchachos de su unidad militar le dijeron al FBI que él los había respaldado.
Service es recordado hoy por su trabajo sobre la evolución social, y no lo suficientemente recordado por artículos clásicos como «Models for the Methodology of Mouthtalk», que arremetió contra el uso irreflexivo de la jerga simple en antropología. La aversión de Service por la jerga simple y las formas simplistas de explicación tenía raíces profundas en una infancia en la Depresión, donde la desigualdad no era un concepto abstracto, y también en el tiempo en el campo de batalla, donde el materialismo era más que una teoría. Después de una larga y distinguida carrera, murió a la edad de 81 años.
La historia de vida de John V. Murra es aún más notable. Judío de Europa del Este, nació como Isaac Lipschitz, vino a Estados Unidos escapando de la persecución y asistió a la Universidad de Chicago, donde estudió antropología con Robert Redfield. Terminó su licenciatura y luego se unió a la Brigada Abraham Lincoln. “No me gradué de la Universidad de Chicago”, dijo más tarde, “me gradué de la Guerra Civil Española”. Ayudó a contrabandear voluntarios a España y, cuando perdieron la guerra, fue internado en un campo de refugiados. Regresó a Estados Unidos y se ofreció como voluntario tres veces para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Se le negó debido a las heridas sufridas en la cabeza y el pecho durante la campaña española. En cambio, trabajó con Ruth Benedict y John Dollard, entrevistando a veteranos de la Guerra Civil Española, y finalmente produjo el libro Fear in Battle, una pieza clásica de antropología aplicada de la época de la Segunda Guerra Mundial.
Al final de la guerra, a Murra se le negó la ciudadanía estadounidense y tuvo que demandar al gobierno para obtenerla. Esta fue solo una de las muchas humillaciones que enfrentó por ser un radical viviendo durante la época de McCarthy. Creo que sus experiencias lo marcaron. Tuvo insomnio toda su vida y guardaba un colchón de espuma detrás de la puerta de su oficina para poder dormir cuando lo necesitara. En su tesis agradeció a sus psicoanalistas, sin los cuales “la redacción de esta disertación no podría haberse completado”. Su pasado como comunista lo perseguía y le complicaba obtener subvenciones, ciudadanía y una visa. A pesar de estos obstáculos, se convirtió en un experto mundial en los Andes y profesor en Cornell. Convirtió sus dificultades de pasaporte en una ventaja, escribiendo una tesis histórica y convirtiéndose en un actor clave en la disciplina de la etnohistoria. Murió en 2006 a la edad de 90 años.
Murra y Service enfrentaron una amenaza fascista mucho más severa que la que enfrentamos hoy. Vivieron dificultades con las que la mayoría de los antropólogos solo pueden soñar. Hoy en los Estados Unidos debemos decidir si una amenaza fascista es tan grande que no nos deja más remedio que utilizar la resistencia violenta. Y creo que estamos muy, muy, muy lejos de ese día. Muy lejos. Muy. Lejos. Lejísimo. Los años turbulentos que vivieron esos antropólogos brindan una valiosa verificación de la realidad sobre cuán grave es la amenaza para nuestro país. Incluso cuando su ejemplo demuestra lo que hicieron los antropólogos cuando vieron una pelea que ya no podían ignorar.
Fuente: Savage Minds/ Traducción: Alina Klingsmen