Breve historia del clítoris

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por HELEN KING – Open University

“¿Cuál es la diferencia entre un bar y un clítoris? La mayoría de los hombres no tienen problemas para encontrar un bar”. En el mundo del humor, el clítoris sigue siendo un misterio: supuestamente pequeño, y por tanto inevitablemente difícil de localizar. “¿Qué dinosaurio nunca será descubierto? El Clitorisaurio”.

A veces parece que la ciencia médica se interesó mucho más por el pene que por el clítoris. De hecho, hasta hace muy poco, el número de terminaciones nerviosas que se pensaba que tenía el clítoris de una mujer era solo una estimación y se basaba en investigaciones con vacas.

Pero una investigación reciente sobre el clítoris humano real descubrió que tiene más de 10.000 fibras nerviosas, un 20% más de lo que se pensaba anteriormente. La nueva investigación estudió el tejido donado por hombres trans durante la cirugía de afirmación de género de mujer a hombre. Los tejidos se tiñeron y se magnificaron mil veces bajo un microscopio para poder contar las fibras nerviosas individuales.

Esto sigue a la investigación de 2005 de la uróloga australiana Helen O’Connell, quien se hizo famosa como la primera persona en mapear completamente el clítoris, utilizando imágenes de resonancia magnética de mujeres. Y resulta que no es para nada pequeño; pasa que solo se ve el 10% del órgano.

O’Connell describió cómo, en su formación médica inicial, utilizó libros de texto que nunca mencionaban el clítoris y que consideraban los genitales femeninos como un «fracaso». Así que se propuso comprender mejor esta parte del cuerpo de una mujer.

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Un lugar erótico

Tanto el pene como el clítoris son órganos eréctiles. Junto con el “pequeño” oblongo de la parte visible, el glande, el clítoris incluye tejido eréctil. Este se llena de sangre al excitarse y se extiende hasta nueve centímetros, haciéndolo más grande que un pene no excitado. Eso es importante porque, una vez excitados, los «bulbos» del clítoris se extenderán para tocar la vagina y la uretra. Viajes de placer.

La historia del clítoris se remonta mucho más allá de las últimas décadas. De hecho, en la medicina griega y romana antigua, se lo conocía como “un locus (lugar) erótico por derecho propio”. Se lo llamaba la puerta del útero, la lengua pequeña, el garbanzo y la baya de mirto. Sin embargo, la mayoría de las palabras utilizadas todavía sugerían que era pequeño.

A lo largo de su larga historia, era más probable que los estudios del clítoris se basaran en la disección de cadáveres o animales en lugar de mujeres reales. En 1844, el anatomista alemán, George Ludwig Kobelt, usó clítoris disecados para ilustrar no solo la parte visible, sino también las partes internas, dando una mejor idea de su verdadero tamaño.

Kobelt inyectó los vasos sanguíneos y los vasos linfáticos para poder comprender mejor cómo se suministra sangre a los órganos eréctiles. Argumentó que había muchos más nervios que inervaban el clítoris que la vagina y lo consideró mucho más importante para el placer sexual.

Una parte nueva e inútil

Kobelt no fue el primero en darse cuenta de que el clítoris era un órgano sustancial. En 1672, en su libro Tratado sobre los órganos generativos de la mujer, el médico y anatomista holandés Regnier de Graaf observó que cada cuerpo femenino que había disecado tenía uno visible, “bastante perceptible a la vista y al tacto”.

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Continuó describiendo “otras partes” del clítoris escondidas en el área grasa del pubis, incluidos esos bulbos del clítoris. Comentó: “Estamos sumamente sorprendidos de que algunos anatomistas no hagan más mención de esta parte como si no existiera en absoluto en el universo de la naturaleza”.

De hecho, antes de De Graaf, algunos anatomistas habían negado que existiera el clítoris. En 1543, Andreas Vesalius, anatomista, médico y autor de uno de los libros más influyentes sobre anatomía humana, De Humani Corporis Fabrica, respondió a los rumores de su existencia descartándolo como “una parte nueva e inútil”.

No todos estuvieron de acuerdo y, en 1559, el cirujano italiano Realdo Colombo publicó su De re anatomica. Lo sorprendente del trabajo de Colombo es que, al igual que el de O’Connell, no solo se basó en la disección, sino también en el cuerpo femenino vivo: la experiencia práctica de ello.

Describió haber encontrado una cosa hermosa, “hecha con tal arte”, el asiento mismo del placer erótico de la mujer: un pequeño oblongo que, si se frota con un pene o simplemente se toca “con el dedo meñique”, causa un gran placer y el flujo hacia afuera de “la semilla” en todas direcciones, “más veloz que el viento”. Una de las palabras para clítoris en latín era “gaude mihi”, que se traduce como “complacerme”.

Placer versus procreación

Pero se debe tener precaución aquí, porque toda esta atención histórica anterior sobre el clítoris no se debió a que los científicos estuvieran interesados ​​en el placer femenino por derecho propio. Fue porque la gente creía que ambos sexos tenían que alcanzar el orgasmo para que ocurriera la concepción. Se consideraba que el placer era necesario para la procreación, no como algo que había que experimentar en sus propios términos.

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Esta antigua afirmación resucitó recientemente en un artículo de 2019 en la revista Clinical Anatomy, donde el fisiólogo reproductivo Roy Levin sugirió que la excitación del clítoris cambia el revestimiento del tracto reproductivo para hacerlo la concepción más plausible.

Por placer, procreación o ambos, a pesar de que la ciencia ahora sabe mucho más que nunca sobre el clítoris, está claro que aún queda camino por recorrer, dado que investigaciones recientes muestran que muchas mujeres aún no pueden identificar correctamente sus partes genitales.

Fuente: The Conversation/ Traducción: Maggie Tarlo

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