Paneles solares sobre los techos de un Estado ausente

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por KRISTIN V. MONROE – Universidad de Kentucky

Recientemente regresé al Líbano, donde estuve haciendo una investigación etnográfica durante más de una década, después de una ausencia de varios años. En los años intermedios surgió la pandemia, la economía del país colapsó y los libaneses se unieron en las calles para pedir la destitución del gobierno y la reforma del sistema político sectario y corrupto.

El paisaje que conocía tan bien mostraba signos de la agitación. Con el turismo en un declive dramático, se cerraron los hoteles. El centro de Beirut, lugar de las protestas contra el gobierno de octubre de 2019, se vació de gente y se llenó de ventanas tapiadas y paredes adornadas con grafitis. Cuando me registré en mi alquiler de Airbnb en el exclusivo vecindario de Achrafieh, el propietario del apartamento me explicó que una de las amplias ventanas que bordeaban el espacio habitable principal no cerraba correctamente desde su reparación, luego de la explosión del puerto de Beirut, en agosto de 2020, a tres millas de distancia. Recogió un pequeño trozo de vidrio del marco de la ventana y me lo entregó. “Toma”, dijo irónicamente, “este es tu recuerdo de la explosión”.

Esta pared de la ventana del séptimo piso proporcionaba una vista panorámica de un animado vecindario de Beirut, lleno de otros edificios de apartamentos y rascacielos. Pero, por la noche, la vista de estos edificios tenía un efecto escalofriante: estaban todos oscuros.

En los últimos años, en medio de la inflación, el desempleo y las tasas de pobreza altísimas, los libaneses se han enfrentado a una escasez de electricidad devastadora. Pero, cuando me instalé, comencé a notar algo que nunca antes había visto en la ciudad: paneles solares por todas partes. Desde los tejados y terrazas de los edificios residenciales hasta los establecimientos comerciales, la gente ahora obtenía su propia energía para iluminar sus hogares y negocios.

¿Qué había llevado a este auge solar?

En la década de 1990, el gobierno libanés comenzó a pedir prestado de fuentes internas y externas para financiar la reconstrucción después de la devastadora guerra civil de quince años (1975–1990). En la actualidad, la deuda nacional del Líbano se volvió enorme, de 85.000 millones de dólares, casi la mitad de la cual se ha gastado en el sector de la electricidad.

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A lo largo de los años, los actores políticos con intereses creados en toda la cadena de suministro de electricidad que depende de los combustibles fósiles han pagado grandes subsidios a la compañía eléctrica estatal, Electricité du Liban (EDL), utilizando el dinero de los depositantes libaneses. Estas acciones corruptas contribuyeron al colapso de la lira, la moneda nacional, que ha perdido el 90 por ciento de su valor en los últimos tres años. Las sanciones de Estados Unidos a Siria han exacerbado aún más el problema al dificultar la importación de recursos energéticos de otros países cercanos, como Egipto y Jordania.

Ahora al borde de la bancarrota, el gobierno se ha dado cuenta de que ya no puede permitirse importar o subsidiar el combustible. Si bien EDL ha sufrido escasez de suministro durante décadas, en octubre de 2021, las centrales eléctricas del país se quedaron sin combustible diésel por completo y provocaron un apagón en todo el país. Desde hace más de un año, la empresa solo ha proporcionado unas escasas dos horas de electricidad al día.

Como demostraron académicos que trabajan en la región, el colapso del Estado significó que muchos libaneses se vieran obligados a encontrar formas de acceder a los servicios y provisiones básicos, incluida la electricidad. Muchos dependen de generadores diesel costosos y contaminantes operados por proveedores privados. Estos proveedores, operados por un pequeño grupo de empresarios vinculados a funcionarios públicos e importadores de combustible, administran efectivamente un mercado privado de electricidad y se conocen coloquialmente como la “mafia de los generadores”.

La electricidad en el apartamento que alquilé alternaba entre el suministro mínimo proporcionado por el estado y la energía del generador suplementario comprada y proporcionada a todos los residentes del edificio. Justo antes de llegar a Beirut, los propietarios del apartamento me enviaron un mensaje para compartirme la buena noticia de que ahora le estaban pagando a un proveedor de generadores por un suplemento adicional que aumentaría la cantidad de horas de electricidad suministrada de 16 a 24 horas por día. Vivir en la cima de la jerarquía eléctrica de Líbano significaba que tendría electricidad en mi apartamento cuando el resto del edificio no, un hecho que descubriría cuando me enfrentara al ascensor que no funcionaba.

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Es en este contexto, el de personas responsables de obtener su propia energía, que surgió el movimiento de la energía solar.

Muchos de los paneles solares que vi en Beirut estaban instalados en edificios de lujo y de gama media. Y, sin embargo, en una ciudad marcada por intensas y visibles disparidades de clase, los paneles solares no parecían pertenecer únicamente al dominio de los privilegiados. Sentada en el tráfico en el barrio de Sabra, en el sur de Beirut, donde generaciones de personas desplazadas viven en condiciones de vida deficientes y asentamientos de viviendas informales, vi paneles solares en el techo de una destartalada casa de concreto de un solo piso.

El crecimiento de los paneles solares tampoco fue un fenómeno únicamente urbano, como me di cuenta unos días después cuando me fui de Beirut a las montañas. En la casa de un amigo de la familia en el pueblo de Azounieh, en la región de Shouf, subí al área del patio del segundo piso y contemplé la vista.

“Guau”, le dije a mi amigo Younis (un seudónimo), “¡la gente también tiene paneles solares aquí en el pueblo!”. Sonrió y señaló su propio techo, donde los paneles solares flotaban sobre el gallinero y el tendedero.

Younis me dijo que había perdido su trabajo en la construcción de viviendas. Sin herramientas eléctricas, el trabajo era imposible y los generadores eran demasiado caros para funcionar todo el día. Younis describió cómo vivir sin electricidad había afectado a toda su familia. Incluso el agua a menudo no estaba disponible porque generalmente se necesita electricidad para bombearla a los apartamentos en el Líbano. “Sientes la presión cuando llegas a una casa oscura y ves las luces encendidas en la casa del vecino”, me dijo Younis. «Me sentí mal. Los niños no podían acceder al wi-fi; no había agua caliente; tuve que hacer algo.»

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Para pagar los paneles, Younis había obtenido un préstamo de 3.500 dólares estadounidenses directamente de una empresa privada de paneles solares. Aunque el gobierno también ofrece préstamos para paneles solares, solo ofrecen financiación utilizando la lira libanesa. “Pero la lira es muy inestable”, explicó Younis. “La gente podría terminar pagando el doble por ellos”. Los paneles solares, dijo, aunque los está financiando, han aliviado las presiones inmediatas sobre su familia.

De vuelta en Beirut, una noche noté que saltaban chispas en una terraza al otro lado de la calle. Preocupada de que pudiera haber un incendio, me acerqué a la pared de ventanas en el área de la sala de estar y vi que los trabajadores estaban armando un marco de metal. Al día siguiente, usaron una polea para levantar los paneles solares para su instalación.

¿Cómo se pagaban los paneles?, me preguntaba. ¿Y cómo cambiaría la energía que proporcionaban las rutinas diarias de los ocupantes del apartamento?

Es tentador celebrar el crecimiento de los paneles solares como una historia más de resiliencia libanesa, o una historia de triunfo ambiental. Pero el movimiento de los paneles solares es en realidad una historia sobre personas que se ven cada vez más obligadas a asumir la responsabilidad financiera de adquirir servicios básicos que el estado fallido les niega.

Los paneles solares del Líbano, en este sentido, capturan la inmediatez y la intensidad de lo que el Banco Mundial califica como una de las peores crisis económicas del mundo desde mediados del siglo XIX.

Aún así, hay, sin lugar a dudas, algo brillante en los paneles solares del Líbano. Como revela la historia de Younis, los paneles son un arma de doble filo: al financiar sus propias soluciones al colapso económico y político, muchos libaneses se ven cada vez más abrumados por la deuda. Pero al permitir que las personas energicen sus hogares, los paneles solares también han ayudado a restaurar cierta normalidad y aliviar las dificultades, permitiendo que las personas recuperen la dignidad perdida durante el colapso del país.

Fuente: Sapiens/ Traducción: Alina Klingsmen

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