Estamos en serios problemas

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por MAUREEN LICHTVELD – Universidad de Pittsburg

Hay preguntas que me preocupan profundamente como científica de población y salud ambiental. ¿Tendremos suficientes alimentos para una población mundial en crecimiento? ¿Cómo cuidaremos de más personas en la próxima pandemia? ¿Qué le hará el calor a millones de personas con hipertensión? ¿Los países librarán guerras por el agua debido al aumento de las sequías?

Todos estos riesgos tienen tres cosas en común: la salud, el cambio climático y una población en crecimiento que, según las previsiones de las Naciones Unidas, alcanzará los 8000 millones de personas alrededor del 15 de noviembre de 2022, el doble de la población de hace solo 48 años.

En mi carrera de cuarenta años, primero trabajando en la selva amazónica y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y luego en el mundo académico, me he encontrado con muchas amenazas para la salud pública, pero ninguna tan intransigente y generalizada como el cambio climático.

De la multitud de efectos adversos para la salud relacionados con el clima, los siguientes cuatro representan las mayores preocupaciones de salud pública para una población en crecimiento.

Enfermedades infecciosas

Los investigadores han descubierto que más de la mitad de todas las enfermedades infecciosas humanas pueden empeorar con el cambio climático.

Las inundaciones, por ejemplo, pueden afectar la calidad del agua y los hábitats donde bacterias y vectores peligrosos como los mosquitos pueden reproducirse y transmitir enfermedades infecciosas a las personas.

El dengue, una dolorosa enfermedad viral transmitida por mosquitos que enferma a unos 100 millones de personas al año, se vuelve más común en ambientes cálidos y húmedos. Su R0, o número básico de reproducción, un indicador de la rapidez con la que se propaga, aumentó alrededor de un 12% desde la década de 1950 hasta el promedio en 2012-2021, según el informe Lancet Countdown de 2022. La temporada de malaria se expandió un 31% en las zonas altas de América Latina y casi un 14% en las tierras altas de África a medida que aumentaban las temperaturas durante el mismo período.

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Las inundaciones también pueden propagar organismos transmitidos por el agua que causan hepatitis y enfermedades diarreicas, como el cólera, especialmente cuando un gran número de personas se ven desplazadas por los desastres y viven en áreas con agua de mala calidad para beber o lavar.

Las sequías también pueden degradar la calidad del agua potable. Como resultado, más poblaciones de roedores ingresan a las comunidades humanas en busca de alimento, lo que aumenta el potencial de propagación del hantavirus.

Calor extremo

Otro riesgo grave para la salud es el aumento de las temperaturas. El calor excesivo puede exacerbar los problemas de salud existentes, como las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Y cuando el estrés por calor se convierte en golpe de calor, puede dañar el corazón, el cerebro y los riñones y volverse letal.

Hoy en día, alrededor del 30% de la población mundial está expuesta cada año a un estrés por calor potencialmente mortal. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático estima que ese porcentaje aumentará al menos al 48% y hasta el 76% para fines de este siglo.

Además de las vidas perdidas, se proyectó que la exposición al calor resultó en 470 mil millones de horas de trabajo potenciales perdidas a nivel mundial en 2021, con pérdidas de ingresos asociadas por un total de hasta US$ 669 mil millones. A medida que crece la población y aumenta el calor, más personas dependerán del aire acondicionado que funciona con combustibles fósiles, lo que contribuye aún más al cambio climático.

Seguridad alimentaria y del agua

El calor también afecta la seguridad alimentaria y del agua para una población en crecimiento.

La revisión de The Lancet encontró que las altas temperaturas en 2021 acortaron la temporada de crecimiento en aproximadamente 9,3 días en promedio para el maíz y seis días para el trigo en comparación con el promedio de 1981-2020. Mientras tanto, el calentamiento de los océanos puede matar los mariscos y cambiar las pesquerías de las que dependen las comunidades costeras. Solo en 2020, las olas de calor provocaron que 98 millones de personas más se enfrentaran a la inseguridad alimentaria en comparación con el promedio de 1981-2010.

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El aumento de las temperaturas también afecta los suministros de agua dulce a través de la evaporación y la reducción de los glaciares de montaña y la capa de nieve que históricamente han mantenido el flujo de agua durante los meses de verano.

La escasez de agua y la sequía tienen el potencial de desplazar a casi 700 millones de personas para 2030, según estimaciones de la ONU. Combinados con el crecimiento de la población y las crecientes necesidades energéticas, también pueden alimentar conflictos geopolíticos a medida que los países enfrentan escasez de alimentos y compiten por el agua.

Mala calidad del aire

La contaminación del aire puede verse exacerbada por los impulsores del cambio climático. El clima cálido y los mismos gases de combustibles fósiles que calientan el planeta contribuyen al ozono troposférico, un componente clave del smog. Eso puede exacerbar las alergias, el asma y otros problemas respiratorios, así como las enfermedades cardiovasculares.

Los incendios forestales alimentados por paisajes cálidos y secos aumentan el riesgo para la salud debido a la contaminación del aire. El humo de los incendios forestales está cargado de partículas diminutas que pueden penetrar profundamente en los pulmones y causar problemas cardíacos y respiratorios.

¿Qué podemos hacer al respecto?

Muchos grupos y expertos médicos están trabajando para contrarrestar esta cascada de consecuencias climáticas negativas para la salud humana.

La Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos se ha embarcado en un gran desafío ambicioso en cambio climático, salud humana y equidad para impulsar la investigación. En muchas instituciones académicas, incluida la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh, de la que soy decana, el clima y la salud se están integrando en la investigación, la enseñanza y el servicio.

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Abordar la carga sanitaria en los países de ingresos bajos y medianos es fundamental. A menudo, las personas más vulnerables de estos países se enfrentan a los mayores daños del cambio climático sin contar con los recursos para proteger su salud y el medio ambiente. El crecimiento de la población puede profundizar estas iniquidades.

Las evaluaciones de adaptación pueden ayudar a los países de alto riesgo a prepararse para los efectos del cambio climático. Los grupos de desarrollo también están liderando proyectos para expandir cultivos que pueden prosperar en condiciones secas. La Organización Panamericana de la Salud, que se enfoca en el Caribe, es un ejemplo de cómo los países están trabajando para reducir las enfermedades transmisibles y aumentar la capacidad regional para contrarrestar el impacto del cambio climático.

En última instancia, reducir los riesgos para la salud requerirá reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que están impulsando el cambio climático.

Los países de todo el mundo se comprometieron en 1992 a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Treinta años después, las emisiones globales apenas comienzan a aplanarse y las comunidades de todo el mundo sufren cada vez más olas de calor extremo e inundaciones y sequías devastadoras.

La Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU que se llevará a cabo en noviembre de 2022, que, en mi opinión, no se centra lo suficiente en la salud, puede ayudar a llamar la atención sobre los impactos climáticos clave que dañan la salud. Como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres: “Si bien celebramos nuestros avances, al mismo tiempo, es un recordatorio de nuestra responsabilidad compartida de cuidar nuestro planeta y un momento para reflexionar sobre dónde aún no cumplimos con nuestros compromisos entre unos y otros.»

Fuente: The Conversation/ Traducción: Horacio Shawn-Pérez

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