Equilibrios

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por HANNAH KNOX y ITALY NOY

En este texto consideramos la deconstrucción como una práctica para restaurar el equilibrio. A primera vista, las infraestructuras suelen parecer una materialización del equilibrio, manteniéndose unidas mediante la aplicación de fuerzas físicas que evitan que se inclinen, se caigan o exploten. Como se señala a menudo, la invisibilidad práctica de la infraestructura se basa en su capacidad para no averiarse ni desmoronarse. Sin embargo, el equilibrio interno se logra a menudo a expensas de un conjunto mucho más inestable de relaciones externas (o externalidades), que se manifiestan como dinámicas de explotación, contaminación, desigualdad y protestas. Los intentos recientes de pasar la atención del objeto de infraestructura —aparentemente coherente— a una ecología más rebelde de la infraestructura, revelan el enredo de esta con desequilibrios sistemáticos más amplios: del clima, la economía y la cultura (Lea, 2020). Esto ha desencadenado esfuerzos para resolver estos desequilibrios más amplios a través de actos de deconstrucción de la infraestructura.

Aquí, exploramos un ejemplo de deconstrucción en respuesta al desequilibrio generado por la infraestructura eléctrica (neo)liberalizada en el Reino Unido. Durante la última década, ha surgido una red de personas, pequeña pero comprometida, en todo el Reino Unido en torno a la promesa de la generación, conservación y suministro de energía a nivel comunitario. Los participantes en esta red de grupos de energía comunitaria han articulado su trabajo como un método para reparar los desequilibrios fundamentales en las relaciones ambientales, sociales y económicas contemporáneas. Empezando con grupos comunitarios centrados en el clima que instalaban pequeños paneles solares o turbinas de agua en áreas a menudo rurales, la energía comunitaria se ha expandido a entornos urbanos, donde las cuestiones de la independencia energética local se cruzan con problemas más amplios de injusticia económica y social.

Si bien la energía comunitaria fue impulsada inicialmente por preocupaciones sobre el cambio climático, los recientes acontecimientos geopolíticos han ampliado el enfoque de sus profesionales. Los desequilibrios sociales y económicos del actual sistema energético se destacaron en 2022, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, que provocó una subida del precio de la energía. Si bien, irónicamente, esto permitió a las organizaciones de energía comunitaria recibir mayores ingresos por la energía que estaban generando, muchos hogares en las comunidades a las que sirven los proyectos de energía local estaban luchando para pagar sus facturas.

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Los profesionales de la energía comunitaria que trabajan en áreas urbanas y en comunidades de bajos ingresos en particular han respondido explorando formas alternativas de generar, distribuir y suministrar energía, con el fin de abordar no solo el cambio climático, sino también los desequilibrios económicos del sistema actual. Uno de los enfoques de este trabajo ha sido la cuestión de quién tiene el control y la propiedad sobre los medios de producción de energía. La mayor disponibilidad y el menor costo de los paneles solares han ayudado a crear una sensación de «ambientalidad» ubicua de la energía (Gabrys, 2014), su abundancia y, por lo tanto, su potencial democratizador. La mayor disponibilidad de energía solar en los tejados abre la posibilidad de que aquellos estados o corporaciones que históricamente han dominado los depósitos de combustibles fósiles ya no puedan controlar la energía. En su lugar, cualquiera debería poder acceder al poder del sol; como señaló un miembro de un foro de energía: «A nuestro sol le quedan solo 5 mil millones de años de energía… ¡aprovecha la tuya mientras puedas!».

Un segundo foco de crítica ha sido la acumulación de ganancias frente a la privación. Al mismo tiempo que las empresas de generación de energía han obtenido enormes ganancias, una década de políticas de austeridad ha agotado los recursos de los ayuntamientos y las comunidades empobrecidas en todo el Reino Unido. Si las personas en estas comunidades están gastando mayores cantidades de dinero en energía para vivir, trabajar y viajar, entonces mantener ese dinero dentro de un área local podría tener beneficios sociales, así como ambientales. Si la energía se pudiera ahorrar, generar e intercambiar localmente, ¿no podría ofrecer un poderoso mecanismo de renovación económica (Brown y Jones, 2021)?

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Dos desequilibrios, entonces, el del control institucional sobre los bienes comunes de la energía y el de la acumulación excesiva frente a la pobreza, han servido para impulsar experimentos que buscan deconstruir el sistema actual y reconstruirlo desde cero de acuerdo con los principios de justicia social y ecológica (un concepto que en sí mismo, por supuesto, implica el logro del equilibrio).

La deconstrucción del desequilibrio en el sistema eléctrico no es fácil, sobre todo porque requiere trabajar dentro del equilibrio físico existente del que dependen las infraestructuras eléctricas. Las redes eléctricas no solo operan dentro de una estética epistemológica de equilibrio (Poovey, 1998), sino que también dependen de la materialización del equilibrio entre la electricidad que ingresa a la red (oferta) y la electricidad que se utiliza (demanda). Por esta razón, una instalación de energía comunitaria de más de 1 MW de potencia no se puede simplemente añadir a la red. Se debe presentar una solicitud al operador de la red del distrito para que las empresas de la red puedan tener en cuenta tal cambio en las actualizaciones de la red y evitar excesos en la generación de energía. Si bien esto puede ser frustrante para los solicitantes de energía comunitaria que podrían tener que esperar años por una conexión a la red, también produce oportunidades para aquellos que desean y pueden instalar baterías que les permitan comprar el exceso de electricidad de la red en las horas pico y venderla de nuevo cuando se necesita.

La cuestión de cómo abordar mejor el desequilibrio ha exigido un replanteamiento creativo y extenso de la energía. Esto ha llevado a algunos grupos de energía comunitaria a ir más allá de la generación y el almacenamiento de energía, y a involucrarse en la provisión de asesoramiento energético para ayudar a las personas a reducir las facturas, a participar en proyectos de investigación o a explorar oportunidades para la adaptación de viviendas: un método para deconstruir hogares antiguos que se construyeron en un contexto energético diferente y reutilizarlos para que sean más eficientes energéticamente y más baratos de mantener.

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A través de estos proyectos, los grupos de energía comunitaria no solo están construyendo una nueva infraestructura energética, sino que también están intentando deconstruir un sistema energético contemporáneo que logró su propio equilibrio al externalizar y, por lo tanto, ocultar sus desequilibrios inherentes. Deconstruir la infraestructura existente no es sencillo cuando tiene que lidiar con la materialización del equilibrio como una condición previa necesaria para que tales infraestructuras funcionen. Al mismo tiempo, la intratabilidad del problema exige nuevas formas de concebir las relaciones infraestructurales, deconstruir las infraestructuras tal como las conocemos y proponer arreglos sociomateriales alternativos que reconfiguren fundamentalmente las expectativas de lo que es una infraestructura, para quién es y cómo debe ser organizada.

Referencias

Brown, Matthew, and Rhian E. Jones. 2021. Paint Your Town Red: How Preston Took Back Control and Your Town Can Too. London: Repeater Books.

Gabrys, Jennifer. 2014. “Programming Environments: Environmentality and Citizen Sensing in the Smart City.” Environment and Planning D 32, no. 1: 30–48.

Lea, Tess. 2020. Wild Policy: Indigeneity and the Unruly Logics of Intervention, Anthropology of Policy. Stanford, Calif.: Stanford University Press.

Poovey, Mary. 1998. A History of the Modern Fact: Problems of Knowledge in the Sciences of Wealth and Society. Chicago: University of Chicago Press.

SCA. Traducción: Maggie Tarlo

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