por MARY PENA – Universidad de Michigan
Una figura anciana se erige digna al borde de la carretera, emergiendo de un telón de fondo de campos de caña.
Su falda larga se demora en un suave peinado. La tela se curva a lo largo de su pierna delantera, inclinada hacia adelante, mientras su torso gira ligeramente hacia el que enmarca esta postal. Se atreve a enfrentarse a la mirada de un fotógrafo invisible, una mirada desdeñosa que emana de las sombras oscuras que se proyectan en su rostro. Estas formas que definen el contorno de una ceja fruncida, pómulos altos y labios fruncidos. Sin embargo, su hermoso rostro, agraciado por la edad, tiene una mirada que no puede ser contenida por la sombra, el marco, la óptica colonial o la convención fotográfica.
La vibrante constelación de cejas, pómulos y labios levemente iluminados rechaza los términos de espectador y vigilancia. Es una expresión inconfundible que elude el recinto de la captura turística, a manos de un exaltado descendiente de franceses, quien promulgó el paisaje norteño de Puerto Plata, República Dominicana en la década de 1900. Su nombre, que aparece en los registros públicos y en los relatos genealógicos, se ha convertido en el alimento de los historiadores populares y deltólogos. La hermosa figura recortada permanece sin nombre y débilmente vinculada a las tramas de la promoción colonial y la innovación tecnológica.
Mirando la imagen, en forma digitalizada, su expresión en sombras absorbe mi atención, sin importar el camino de tierra ondulante que se derrama hacia el borde inferior como un centro de atención; mucho menos el gallardo jinete emplazado en el centro del marco. La reclutan en la periferia, al costado de la carretera; un actor de reparto en una composición visual que pone en primer plano a una caballería de trabajadores, que marcha hacia la ciudad en caballos y mulas amontonadas con caña cosechada. Ella se encuentra en el límite, un límite que delimita el camino por el que se refracta la luz; una zona liminal entre movimiento y estasis, entre el camino y la tierra cultivable. Se le niega el acceso a ambas geografías, históricamente romantizadas en una relación mutuamente constitutiva.
La leyenda niega aún más su presencia.
“Campesinos entrando a la Población”. Está inscripta textualmente fuera de la zona franca de la ciudad, asentamiento o población cívica. Su labor se aleja de la historia de colonos y urbanizadores. Según esta lógica, ella también desaparece de una clase rural. Campesinos entrando a la Población. Esta redacción representa una interpretación de género de masculinidad y ruralidad entrelazadas. Situada en el borde de las construcciones, crea una posibilidad geográfica transgresora, con los brazos extendidos en un ángulo de 90 grados y las manos ahuecando un objeto indiscernible. Sus gestos sigilosos y su destreza encarnada están protegidos bajo el manto de la opacidad. Lo que se hace cognoscible al resplandor de la visibilidad fotográfica es una expresión facial de abierto desprecio, de mirada radical.
II. datos
Me topé con su mirada atrevida mientras navegaba por archivos difusos de postales digitalizadas, desde colecciones de museos virtuales hasta interfaces de subastas. Había estado buscando imágenes de un hotel ahora abandonado en la costa norte, en un intento de localizar y rastrear aspectos de la historia familiar, particularmente la vida laboral de mi padre en el turismo. Se trata de una excavación personal que corre paralela a un estudio etnográfico de la sociabilidad urbana y los sentidos de pertenencia en medio de un proyecto de renovación turística actual. Anhelaba ver el sitio arquitectónico que condensaba los viajes de los migrantes internos, como mi padre, que buscaba ganarse la vida y reinventarse en los espacios turísticos a partir de los años setenta. Inesperadamente, pude vislumbrar la vida cotidiana de los descendientes de africanos, a raíz de los considerables flujos de migrantes libres de América del Norte, las Islas Turcas y Caicos, las Bahamas y Haití, lo que atestigua las conexiones afro-diaspóricas que se desarrollaron en toda la región norte.
La emigración negra había sido respaldada bajo el mandato del gobierno haitiano en la isla en medio de las tensiones entre la trata transatlántica de esclavos y la creciente lucha abolicionista. Después de que la presidencia de Pierre Boyer fue derrocada, las comunidades de inmigrantes negros y sus descendientes residieron con inquietud en la ciudad portuaria de Puerto Plata, la amenaza de reensclavización se hizo más fuerte. La era post-Boyer estuvo marcada por esquemas de anexión, un retorno al dominio colonial español y una guerra de guerrillas después de mandatos antinegros para prohibir los machetes y perseguir a miembros de la Iglesia Episcopal Metodista Africana, lo que estimuló la repatriación de refugiados. Activistas militantes y luchadores por la libertad de ambos lados de la isla dividida se unieron contra el racismo y la colonización que envolvieron la región noreste y se agitaron contra la disminución de la subjetividad impuesta por el poder externo (ver Horne 2015; Eller 2016).
Las pocas imágenes de descendientes de africanos que se materializaron en mi búsqueda se encuentran dispersas en múltiples series de postales. Las colecciones de edición especial combinan sensibilidades turísticas con formas de ver el documental social y naturalista. Estas colecciones surgen de lo que los entusiastas denominan la “Edad de Oro” de las postales, caracterizadas por métodos de impresión de fototipias y reverso dividido, designando la superficie para direcciones postales y mensajes personales. Cada colección exhibe distintas gamas tonales. Uno contiene una paleta amplia y tenue de tonos medios, el otro captura los extremos de la luz, una interacción de brillo y opacidad. Si una figura está lo suficientemente cerca de la cámara y enfocada, las imágenes nítidas se reproducen en el material impreso. La mayoría de las escenas públicas, sin embargo, se componen a distancia. La presencia ausente del fotógrafo registra la vista panorámica de un observador distante. La intrincada gama de tonos medios de la colección anterior produce detalles delicados. Los rasgos de un rostro, por ejemplo, son inequívocos a pesar de las sombras.
III. poética
Las vidas posteriores de estas postales circulan en redes virtuales como datos visuales de las geografías coloniales del poder. Al mirar las imágenes que parpadean en las pantallas digitales, me sumerjo en el exceso de arreglos violentos, los residuos de la presencia física y la calidad atmosférica de los paisajes de libertad. Estos objetos circulantes me ponen en contacto con vidas que están ausentes de los marcadores del patrimonio regional, aunque afloran efímeramente en la memoria social. Al ser testigo de estas imágenes, quiero atender las realidades cotidianas de la vida de la diáspora negra en entornos imbuidos de la promesa de liberación. ¿Cómo se reconfiguran los códigos violentos que encierran su vida social y amortiguan el sonido de sus voces? ¿Cómo conciliar su presencia fotográfica como figuración y abstracción sombría? ¿Es posible involucrar las sombras de las tarjetas de fototipia digitalizadas como rechazo, como interioridad negra, como tapa abierta para el intercambio subrepticio y la imaginación radical?
La anciana negra que apareció al borde de la carretera, en las afueras de la ciudad, se paró en el umbral de las geografías dominantes y la subordinación política, entre la recolonización española y la ocupación estadounidense. Atender sus gestos cotidianos junto con los de las generaciones más jóvenes de mujeres negras que ocupan el espacio público exige que ampliemos nuestras capacidades sensoriales, un reajuste de nuestros modos de percepción.
Me obsesiono con pequeños movimientos y escucho con atención las expresiones inaudibles.
Esta sintonía hace una práctica de mirar que toca su presencia histórica y transfigura su posicionamiento como figuras excedentes en los marcos fotográficos. Este modo de mirar busca recuperar la sensibilidad de su existencia encarnada.
Pero quiero hacer más.
En el acto de visión háptica y estudio kinésico, la autoridad de la postal permanece intacta. Resuelvo fusionar este modo de mirar con prácticas digitales creativas (métodos de cortar, emparejar y superponer) con la intención de reelaborar los códigos visuales. Esta praxis integrada puede describirse como traducción poética: una alteración de las formas digitales que al mismo tiempo depende y expande las cualidades expresivas de la fotografía. El término poético, y su parentesco etimológico poeisis, se refieren a un proceso de hacer que emerge en un umbral. Este acto de traducción poética imagina de nuevo visiones autorizadas de escenas sociales. Al superponer y reorganizar figuras y paisajes en imágenes, intento multiplicar temporalidades y perspectivas, desplazar al espectador singular y abrir lo que pudo haber ocurrido y que los documentalistas dejaron sin grabar (ver Hartman 2008; Philip y Boateng 2011; Campt 2017).
El difuso archivo de postales circunscribe a los trabajadores negros fuera de la ciudad, a punto de cruzar fronteras espaciales. Las leyendas refuerzan la segregación social que se muestra entre los habitantes de la ciudad y los habitantes del campo. “Vendedores Campesinos fuera de la Ciudad”. Como contraataque, creo una interpretación creativa de su movimiento ordinario a través del centro urbano. Reimaginando sus huellas cotidianas, los descendientes de inmigrantes negros transgreden mapas representacionales. Crear una ciudad palimpsesta, compuesta de múltiples caminos, rompe la gramática visual de la óptica cosificante. La convención de la perspectiva se deshace.
La estasis da paso al movimiento.
Movimiento afro-diaspórico en su lugar, in situ. La práctica constante de la libertad. Las líneas de vuelo talladas dentro de límites cada vez mayores.
IV. Afectos
Al otro lado del camino desde el que mira la figura anciana, se encuentra una mujer joven, casi escondida. Ella es una de las pocas figuras anónimas de la feminidad negra representadas en la serie. A menudo se colocan en el borde derecho, los cuerpos quietos o deambulando por el marco. Por lo general, se encuentran enclavados en una íntima socialidad entre una asamblea de trabajadores mayoritariamente masculinos. La joven al otro lado de la calle de la figura anciana se encuentra junto a una mula, atada a una cerca de alambre, y una persona alta y sombreada que se pone un sombrero de fieltro luminoso, omnipresente entre los agricultores varones. Divertida por la multitud de trabajadores inactivos, ahueca su boca, oscureciendo una exhibición pública de alegría.
Su risa recatada irradia a pesar del gesto protector.
Se deleita con la sensación de un intercambio alegre, la impresión de bromas públicas o la interacción característica de los registros verbales. La oleada de alegría es solo de ella. Es un pequeño momento lleno de vivacidad.
En la imagen, titulada «Vendedores agrícolas fuera de la ciudad», dos mujeres están cautivadas en una conversación en el extremo más alejado de un conjunto disperso horizontalmente. Están tan abundantemente vestidos con telas (faldas largas, blusas onduladas y pañuelos en la cabeza) que recuerdan las prácticas de vestuario clandestino de las mujeres africanas esclavizadas y libres. Sus posturas en ángulo se apoyan entre sí. Una mujer es fotografiada en medio de un discurso, con los labios entreabiertos. Su brazo derecho sostiene con fuerza un objeto vago contra el costado de su cuerpo. Su brazo izquierdo está inclinado hacia su cabeza, con los dedos extendidos por el borde de su bufanda, lo que indica la magnitud de cierto asunto. Sus gestos enuncian un discurso furtivo que configura un verbo.
La otra mujer escucha con atención.
Ella está descalza, tranquila, su cuerpo se balancea silenciosamente. Su rostro perfilado, totalmente entregado al intercambio, y los brazos ahuecados que descansan frente a su falda, están profusamente teñidos de negro. Bajo la sombra y el tejido voluminoso, las figuras forman un espacio de interioridad en el espacio público. Abren una brecha de amor y hermandad, de intimidad y conexión diaspórica afro-feminista. El zumbido de las palabras silenciosas supera el campo fotográfico.
Rompiendo la repetición de figuras emparejadas en el borde de la fotografía, una imagen rara muestra a una sola niña negra caminando descalza, fuera del encuadre. Es una imagen inquietante de una figura adolescente, sin escolta ni acompañada, paseando por una calle de la ciudad yuxtapuesta con una escena pública de acción disciplinaria. En el fondo, dos figuras están una al lado de la otra, frente a un lote con contraventanas, adyacente a una casa victoriana de dos pisos. Desde la calle sin pavimentar, un hombre vestido con un traje oscuro sostiene un bastón engañosamente delgado o un arma lineal. Su silueta ominosa supervisa la postura forzada de la pareja: una quietud obligada, inmóvil. En primer plano, la niña singular atraviesa el espectáculo del control gerencial. Lleva un vestido suelto oscuro que le roza los tobillos. Ella sostiene un objeto grande y brillante como una carambola o una papaya. Su pie derecho, firmemente plantado en el pavimento, se encuentra con una sombra alargada que se extiende ante ella.
La sombra que cambia de forma la atrae, como si quisiera llamar su atención.
Su pie izquierdo cuelga en una suspensión nebulosa. La larga exposición del fotógrafo capta la borrosidad del movimiento errante. Ella elude la fijeza. La niña se da cuenta del fotógrafo, mirándola. Participa en un juego de miradas: su mirada curiosa, la observación del supervisor, la mirada abatida de la pareja, la mirada del fotógrafo que todo lo ve. Su pie borroso rompe la plantación que se pliega en la manzana de la ciudad (ver Hartman 2019). Junto con su sombra, coreografía una forma de posibilidad (ver Cox 2015).
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Referencias
Campt, Tina, M. 2017. Listening to Images. Durham, N.C.: Duke University Press.
Cox, Aimee, M. 2015. Shapeshifters: Black Girls and the Choreography of Citizenship. Durham, N.C.: Duke University Press
Eller, Anne. 2016. We Dream Together: Dominican Independence, Haiti, and the Fight for Caribbean Freedom. Durham, N.C.: Duke University Press
Hartman, Saidiya. 2008. “Venus in Two Acts.” Small Axe: A Caribbean Journal of Criticism 26: 1–14.
———. 2019. Wayward Lives, Beautiful Experiments: Intimate Histories of Social Upheaval. New York: W. W. Norton
Horne, Gerald. 2015. Confronting Black Jacobins: The United States, The Haitian Revolution, and the Origins of the Dominican Republic. New York: Monthly Review Press.
Philip, Marlene NourbeSe, and Setaey Adamu Boateng. 2011. Zong! Middletown, Conn.: Wesleyan University Press
Fuente: Absinthe/ Traducción: Alina Klingsmen