
por FERRAN PONS-RAGA – Instituto de Productos Naturales y Agrobiología
En las II Jornadas Felinas de Tenerife, celebradas en 2023, un mensaje sobresalía por encima de todas las charlas realizadas por miembros de asociaciones de bienestar animal: “Detrás de cada gato hay una persona, hay una historia”. Pocos días después, en una mesa redonda que reunió a un grupo de cazadores y un equipo de biólogos expertos en el estudio de la composición de la dieta de los gatos denominados “cimarrones” o “asilvestrados” mediante el análisis de sus heces, el mensaje que pude sustraer fue radicalmente distinto: “Cazadores y biólogos unidos contra el gato, una especie exótica invasora a erradicar del medio ambiente de las islas Canarias”.
Las asociaciones de protección animal conciben al gato (Felis catus) como un animal doméstico, en parte bajo el amparo de la clasificación taxonómica propuesta por la biología, puesto que en Canarias no hay ejemplares de gato montés (Felis silvestris). Dentro de la categoría de “gato”, distinguen entre individuos sociables, que se dejan tocar, y no sociables, que son la mayoría de los actualmente denominados “gatos comunitarios”, los cuales viven en el medio exterior sin un propietario particular, conformando o no colonias felinas. Esa adjetivación es secundada por la Ley 7/2023 de protección de los derechos y bienestar de los animales, aprobada recientemente en España. Por su parte, los biólogos usan el término “doméstico” para referirse exclusivamente a aquellos gatos “caseros” con propietario particular que no tienen acceso al exterior, mientras que “asilvestrado” o “cimarrón” sirve para definir a aquellos gatos que habitan entornos rurales o espacios naturales protegidos, cuya supervivencia no depende de fuentes de alimentación antrópica. En Canarias, los gatos no sólo depredan roedores que se quieren mantener a raya (como las ratas y los ratones) o especies cinegéticas introducidas (como los conejos), sino que también cazan especies protegidas, algunas de ellas endémicas, de aves y lagartos.
El impacto de los gatos sobre la biodiversidad del archipiélago canario se infiere de pruebas indirectas, como el porcentaje de presas en su dieta detectado en sus heces (Nogales et al. 2013; Gómez-Alceste y Rando 2024). Otro instrumento son las estimaciones censales y el recuento del número de presas que traen a sus hogares aquellos gatos identificados con propietario particular (Hernández y Rando 2024). Estas aproximaciones estadísticas validan científicamente la concepción, por parte de determinados colectivos de biólogos, del gato como una plaga en ecosistemas insulares como Canarias, una especie exótica invasora sobre la cual, más que hacer censos, hay que actuar diligentemente. Un biólogo cuya investigación ha girado alrededor de la dieta de los gatos “asilvestrados” lo ilustraba mediante el siguiente símil revelador: “Cuando tú tienes un problema de ratas, ¿tú censas las ratas que tienes? ¡Pues, es lo mismo!”.
En los discursos sobre el impacto ambiental de los gatos aparecen elementos muy indicativos de cómo se construye la existencia de estos animales y de cómo se encuadran las problemáticas que conlleva su presencia en el medio exterior (Wald y Peterson 2020, 8–9). En esos discursos emergen, por ejemplo, adjetivos diferenciadores que representan al gato como el reflejo de determinados conjuntos de valores que siempre están incrustados en una ecología moral (Jacoby 2001; 2019). De hecho, esos adjetivos actúan como seleccionadores de valores, permitiendo encuadrar al gato dentro o fuera de la esfera humana, en un proceso biopolítico de humanización y deshumanización. Mientras que lo “doméstico” permite encuadrar al gato en la esfera del cuidado, el término “asilvestrado”, permite clasificarlo como una especie exótica invasora y, así, justificar la necesidad de su erradicación cuando se encuentra en el medio exterior, ya sea mediante la captura y sacrificio vía inyección veterinaria, ya sea apretando el gatillo. Como aseguraba un cazador: “Aquí, en el medio natural”, refiriéndose a una zona rural altamente antropizada con huertas, fincas y otras infraestructuras agrarias, “no me he cortado ni un pelo”. Y añadía con vehemencia: “¡A muerte con ellos!”
El gato es definido al mismo tiempo como una adorable mascota y una terrible amenaza para la biodiversidad: una especie doméstica y, paralelamente, exótica invasora. La abundancia de adjetivos para definir a distintos animales que pertenecen a esa misma especie, así como la diversidad de significados que adquiere un mismo término —doméstico o asilvestrado— ilustra hasta qué punto “hay muchas formas de ser gato para los humanos” (Gamuz y Ruiz Ballesteros 2024, 116). Y, sin embargo, esa multiplicidad ontológica queda subsumida a la categoría epistémica de especie que la propia biología, la política y las leyes imponen sobre la gobernanza de esos animales (Arregui 2024).
Una etnografía de las relaciones humano-gato y de los conflictos socioecológicos alrededor de los gatos con acceso al exterior en Canarias (Pons-Raga 2024) pone de manifiesto hasta qué punto colectivos con visiones muy dispares e incluso aparentemente excluyentes coinciden en un punto crucial: el papel fundamental que juega la dimensión temporal para la confección de esos encuadres ontológicos.
Las asociaciones de protección animal encuadran al gato como un animal doméstico en base a la historia antropogénica de la especie. Desde el Neolítico hasta la actualidad (Vigne et al. 2012), gatos y humanos se han mantenido vinculados mediante diferentes significaciones y funciones, sin importar el espacio que ocupan. El gato es un animal doméstico, tanto si habita en zonas urbanas y rurales o en espacios naturales protegidos, como si su etología es más o menos proclive a la socialización con los seres humanos. Lo doméstico, incluso más allá de la propia taxonomía biológica y el marco legal actual, es una categoría ontológica diacrónica sustentada por la historia, donde el espacio queda subsumido al tiempo. En eso consiste la humanización del gato, en la historización de las relaciones entre humanos y gatos. La otra cara de la misma moneda la encontramos en biólogos y cazadores, quienes deshumanizan al gato definiéndolo en función del espacio, es decir, en función de dónde se encuentra y del potencial impacto medioambiental o cinegético que pueda generar en ese hábitat. Es más, biólogos y cazadores consideran el asilvestramiento no como un proceso antropogénico, y por ende histórico, sino como una categoría pseudotaxonómica. Los gatos no están, sino que son asilvestrados. Son animales ‘fuera de lugar’ (DeMello 2012; Arluke y Sanders 1996) a los que se les ha sustraído el tiempo: animales, parafraseando a Eric Wolf (1982), sin historia.
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Referencias
Arluke, Arnold, and Clinton Sanders. 1996. Regarding Animals: Animals, Culture, and Society. Philadelphia: Temple University Press.
Arregui, Aníbal G. 2024. Infraespecie: del fin de la naturaleza al futuro salvaje. Madrid: Alianza Editorial.
DeMello, Margo. 2012. Animals and Society: An Introduction to Human-Animal Studies. New York: Columbia University Press.
Gamuz, Elena P., y Esteban Ruiz Ballesteros. 2024. «Galgos cazadores, toros de lidia y gatos de compañía: animalidades emergentes y fluidas». En Animales y antropología: etnografías más que humanas en España, editado por Santiago M. Cruzada y Olatz González-Abrisketa, 109–28. Madrid: CSIC.
Gómez-Alceste, Manuela, and Juan Carlos Rando. 2024. «Shifts in the Trophic Ecology of Feral Cats in the Alpine Ecosystem of an Oceanic Island: Implications for the Conservation of Native Biodiversity.» Mammal Research 69, no. 1: 1–8.
Hernández, P., and J.C. Rando. 2024. «The Number of Pet Cats (Felis Catus) on a Densely-Populated Oceanic Island (Gran Canaria; Canary Archipelago) and Its Impact on Wild Fauna.» Journal for Nature Conservation 79 (June): 126587.
Jacoby, Karl. 2001. Crimes against Nature: Squatters, Poachers, Thieves, and the Hidden History of American Conservation. Berkeley: University of California Press.
Jacoby, Karl. 2019. «Afterword: On Moral Ecologies and Archival Absences.» In Moral Ecologies: Histories of Conservation, Dispossession and Resistance, edited by Carl J. Griffin, Roy Jones, and Iain J. M. Robertson, 289–97. Cham: Springer International Publishing.
Nogales, Manuel, Eric Vidal, Félix M. Medina, Elsa Bonnaud, Bernie R. Tershy, Karl J. Campbell, and Erika S. Zavaleta. 2013. «Feral Cats and Biodiversity Conservation: The Urgent Prioritization of Island Management.» BioScience 63, no. 10: 804–10.
Pons-Raga, Ferran. 2024. «Pets and Pests? Framing Human–Cat Moral Ecologies in the Canary Islands, Spain.» Journal of Contemporary Ethnography 54, no. 1: 117–145.
Vigne, Jean-Denis, François Briois, Antoine Zazzo, George Willcox, et al. 2012. «First Wave of Cultivators Spread to Cyprus at Least 10,600 y Ago.» Proceedings of the National Academy of Sciences 109, no. 22: 8445–49.
Wald, Dara M., and Anna Lisa Peterson. 2020. Cats and Conservationists: The Debate Over Who Owns the Outdoors. West Lafayette, Ind.: Purdue University Press.
Wolf, Eric R. 1982. Europe and the People Without History. Berkeley: University of California Press.
Fuente: SCA