
por JESSICA M. THEODOR, KENSHU SHIMADA, KRISTI CURRY ROGERS y STUART SUMIDA
El año pasado, un estegosaurio apodado «Apex» se subastó por 40.5 millones de dólares. En julio de este año, un Ceratosaurus juvenil alcanzó los 30.5 millones. Los defensores de estas ventas argumentan que son inofensivas, o incluso beneficiosas para la ciencia. Otros comparan los fósiles con objetos de arte, elogiando su belleza o encanto histórico.
Como paleontólogos, decimos claramente: estas posturas no podrían estar más equivocadas.
Los fósiles no son ni objetos de arte ni trofeos. Son datos científicos que proporcionan un registro tangible de la profunda historia de la Tierra. Son herramientas esenciales para comprender la evolución, la extinción, el cambio climático y el origen y la desaparición de los ecosistemas.
Su verdadero valor no reside en su precio, sino en lo que nos enseñan. Claro, algunos fósiles son hermosos. También lo son los rinocerontes blancos en peligro de extinción, pero nadie argumenta que los rinocerontes deban ser subastados al mejor postor. El valor de un fósil no se define por su belleza, sino por su permanente accesibilidad científica.
Ciencia versus propiedad
Los paleontólogos somos historiadores del tiempo profundo, que estudiamos la vida a través de millones de años. Nuestra disciplina se basa en los mismos principios fundamentales que cualquier otra disciplina científica. Los datos deben ser transparentes, accesibles, replicables y verificables. Para que eso suceda en paleontología, los especímenes fósiles deben ser resguardados en instituciones públicas con colecciones permanentes.
La investigación paleontológica solo es científica si los especímenes en estudio están catalogados en instituciones públicas que garanticen el acceso a perpetuidad, para que otros investigadores puedan examinar y continuamente evaluar y reevaluar los datos que los fósiles preservan.
Esto es lo que hace que la subasta del espécimen de Tyrannosaurus rex conocido como Sue, en 1997, fuera diferente a las subastas de fósiles de hoy en día. Aunque fue una venta privada, Sue fue comprada por un consorcio público-privado, que incluyó al Field Museum of Natural History (FMNH) de Chicago, The Walt Disney Company, McDonald’s Corporation y donantes privados. El esqueleto de Sue se colocó inmediatamente en custodia pública en el FMNH, un museo acreditado, y se catalogó formalmente.
Sue no se esfumó en la colección privada de un comprador anónimo. En su lugar, el T. rex se convirtió en un recurso científico accesible para científicos y el público. Esto es exactamente lo que debería ocurrir con todos los fósiles de importancia científica.
Cada vez más, algunos de los fósiles más notables desenterrados han ido a parar a las bóvedas de coleccionistas privados. Incluso cuando los compradores prestan temporalmente especímenes a los museos, como el estegosaurio Apex, estos fósiles permanecen fuera del alcance de un estudio científico significativo.
Acceso permanente
Las principales revistas científicas no publican investigaciones basadas en estos fósiles por una simple razón: la ciencia exige acceso permanente.
La ciencia paleontológica depende de la transparencia y la reproducibilidad de los datos. Un fósil en manos privadas, por más espectacular que sea, puede desaparecer en cualquier momento a capricho de su dueño. Esa incertidumbre hace que sea imposible garantizar que podremos verificar los hallazgos, repetir los análisis o usar nuevas tecnologías o métodos en el material original en el futuro.
Comparen esto con los fósiles que están bajo custodia pública, como Sue el T. rex. El esqueleto de Sue ha estado en exhibición por casi veinte años y ha sido estudiado una y otra vez. Y a medida que la tecnología evoluciona, abordamos nuevas preguntas científicas sobre restos antiguos y profundizamos nuestra comprensión del pasado distante, un estudio a la vez.
Los estándares profesionales importan
Puede ser tentador justificar el comercio de fósiles señalando las películas y juguetes de dinosaurios, como si la cultura popular fuera un sustituto de la ciencia real. Eso es similar a argumentar que los kits de pintar por números son un buen sustituto del arte que se encuentra en el Louvre. Las ventas de alto perfil engañan al público promoviendo la idea de que lo único que hace que un fósil sea significativo es que esté completo o sea de gran tamaño.
La Sociedad de Paleontología de Vertebrados, la organización más grande del mundo de paleontólogos profesionales, ha creado pautas éticas que reflejan los estándares de la investigación profesional. Los críticos las han tildado de demasiado estrictas, diciendo que las reglas deberían ser «flexibilizadas». Pero flexibilizar nuestros estándares éticos significaría abandonar el núcleo mismo del método científico en favor de la conveniencia y el lucro.
No es ético vender fósiles humanos o artefactos culturales a coleccionistas privados. El mismo estándar debería aplicarse a los dinosaurios y otros vertebrados fósiles. Los fósiles, ya sean comunes o espectaculares y raros, son un registro irremplazable de la historia de nuestro planeta.
Financiando el futuro
La ciencia no debe estar a la venta. Sugerimos que los millonarios y multimillonarios amantes de los fósiles pongan su dinero donde puede hacer una diferencia transformadora. En lugar de comprar un esqueleto, alentamos a estos aficionados a apoyar la investigación, los museos, los estudiantes y las sociedades científicas que le dan nueva vida a los huesos antiguos.
El precio de un solo fósil podría financiar años de descubrimientos pioneros, educación y exhibiciones. Ese es un legado que vale la pena dejar, especialmente en un momento en que la financiación para la ciencia está disminuyendo.
The Conversation. Traducción: Walter A. Thompson