La formación de la clase obrera

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por LIVIA GERSHON

Hay pocos libros que hayan influido más en la comprensión de la clase por parte de los académicos que The Making of the English Working Class (La formación de la clase obrera inglesa) del historiador E. P. Thompson (1963), en el que se analizaba el papel de los trabajadores y artesanos, basándose en sus propias experiencias subjetivas, en la formación de la clase como grupo coherente. Y, sin embargo, como escribe el historiador James R. Barrett, en los Estados Unidos, los seguidores de las ideas de Thompson acabaron descentrando la clase como el aspecto más crucial de las identidades colectivas de los trabajadores.

Antes de la publicación del libro de Thompson, escribe Barrett, muchos pensadores influidos por Marx consideraban a la clase obrera como el producto de un conjunto particular de relaciones laborales, que surgieron casi mecánicamente en el paso del feudalismo al capitalismo. En cambio, Thompson se centró en cómo las experiencias de los trabajadores con condiciones brutales y la exclusión del poder político y social afectaban a sus opiniones y acciones.

“Thompson reconoció lo que muchos historiadores parecen no haber aprendido todavía: que la clase no es sólo una experiencia material, social y cultural, sino que también es, en un sentido profundo, emocional”, escribe Barrett.

Este enfoque tocó la fibra sensible de una nueva generación de historiadores estadounidenses de izquierda que surgió a fines de la década de 1960. En sintonía con los movimientos sociales de la época, estos intelectuales se interesaron por la capacidad de acción y la organización espontánea de los pueblos oprimidos a lo largo de la historia. Exploraron temas como el mundo multiétnico del trabajo marítimo del siglo XVIII, el papel de “la multitud” en la Revolución estadounidense y las jóvenes rurales que se convirtieron en las primeras trabajadoras de fábrica estadounidenses.

Los historiadores radicales encontraron paralelismos con la narrativa de Thompson en el crecimiento del movimiento obrero estadounidense en la década de 1830, comenzando con el surgimiento de sindicatos, periódicos y cooperativas. También observaron cómo los trabajadores crearon estructuras ideológicas como el “republicanismo obrero” para exigir una parte del poder y una mayor igualdad social.

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Sin embargo, la adopción de los métodos de Thompson rápidamente generó preguntas sobre cómo entender a la clase trabajadora estadounidense. En Estados Unidos (y en otros lugares), la migración internacional e interna, el auge de la producción en masa y la categorización racial adquirieron mayor importancia. Por ejemplo, apenas una década después del surgimiento de la nueva cultura de la clase trabajadora urbana en la década de 1830, la inmigración irlandesa transformó la fuerza laboral de las ciudades del norte. Esto llevó a divisiones en la clase trabajadora según líneas religiosas y al surgimiento de movimientos nativistas. Algunos historiadores, como David Roediger, comenzaron a centrarse en la forma en que ciertos trabajadores desarrollaron una identidad colectiva no como “la clase trabajadora”, sino como “la clase trabajadora blanca”.

El panorama que surgió fue más multifacético que el que había pintado Thompson, con intersecciones complicadas de raza, género y geografía que continuamente deshacían y rehacían identidades grupales.

“Aunque el trabajo de Thompson definió a la ‘clase trabajadora’ para una generación, también ayudó a deconstruir la noción misma de clase”, escribe Barrett.

Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo

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