por JAMES MACDONALD
Cuando se trata de juicios penales, la evidencia física a menudo se considera la prueba disponible más convincente. El valor de la evidencia física se consolida aún más, en la imaginación del público, por la preponderancia del análisis criminal retratado en la televisión. En los últimos años, la ciencia forense, el campo dedicado a analizar esa evidencia física, ha sido objeto de un escrutinio cada vez mayor.
La profesora de derecho Jessica D. Gabel escribe sobre algunos de los problemas de la ciencia forense, a través de la lente de las condenas erróneas. Señala que varias disciplinas forenses, como el análisis de cabello y fibras, no están estandarizadas. La decisión de que un cabello o una fibra encontrada en la escena del crimen es idéntica a la de un sospechoso a menudo se basa exclusivamente en la experiencia y el juicio de un examinador. En respuesta a varias condenas injustas, el FBI inició una revisión del análisis del cabello, enfocándose en el trabajo de mala calidad realizado por examinadores específicos. Ciertamente, los examinadores deshonestos o poco profesionales deben ser descartados. Pero eso no resuelve el problema de fondo, que es que la disciplina en sí nunca estuvo sujeta a una revisión científica rigurosa. Gracias al ADN, hoy en día hay menos razones para comparar pelos microscópicamente. El análisis de fibra, sin embargo, todavía está en uso.
Incluso el viejo sólido sistema, la huella digital, tiene problemas. Los analistas comparan las huellas dactilares examinando puntos particulares, pero el número mínimo de puntos necesarios para declarar que dos muestras coinciden varía según la jurisdicción. Bien puede ser cierto que no hay dos huellas dactilares iguales, pero nadie determinó nunca cuántos puntos de comparación se necesitan para demostrarlo. Dos personas no pueden tener, digamos, cien puntos en común. Pero tal vez mucha gente tenga, digamos, diez puntos en común. Debe ser examinado sistemáticamente. Además, los analistas están tan sujetos a prejuicios como cualquiera. El juez Harry T. Edwards señala que los analistas de huellas dactilares a menudo cambian sus conclusiones sobre las huellas que ya compararon cuando se les da cierta información sobre un sospechoso.
Los problemas pueden verse agravados por la forma en que se presentan las pruebas en los tribunales. Por ejemplo, un testigo puede declarar que dos huellas dactilares o cabellos coinciden, cuando en realidad es solo una opinión informada. Con las huellas dactilares no hay forma de cuantificar la probabilidad real de una coincidencia. Incluso el análisis de ADN, que como disciplina tiene una base científica más sólida, puede distorsionarse hasta convertirse en una certeza inmerecida durante el testimonio.
En los Estados Unidos, hubo algún progreso en una reforma. Ciertas técnicas descaradamente inútiles, como los tipos de análisis de marcas de mordeduras, fueron descartadas. El Congreso presentó repetidamente, pero no aprobó, la Ley de Normas y Ciencias Forenses, que financiaría un programa para evaluar y estandarizar las técnicas forenses. Se formaron comités. Se despidieron a analistas y laboratorios deshonestos. Sin embargo, la mayor parte del trabajo real se centró en el ADN en lugar de las huellas dactilares u otras técnicas. Entonces, por ahora, la ciencia forense continúa con su iteración defectuosa.
Fuente: Jstor/ Traducción: Maggie Tarlo